El puerto deportivo de Gijón "El Muelle" es una zona muy querida pero por la que me prodigo menos de lo que debería.
Cuando lo pateaba casi a diario me fijaba durante el invierno en los escasos días en los que se daba un fenómeno curioso y precioso a partes iguales.
Y es que en días ventosos y recién llovidos, cuando cambia el tiempo y se dejan ver los primeros claros, la atmósfera limpia tiene una visibilidad excepcional, tanto que se ven perfectamente las montañas del Macizo de Ubiña, en plena Cordillera Cantábrica.
¡Eso son 60 kilómetros de distancia!
Sobre los tejados de Gijón, comprimido el espacio por el efecto superpuesto del teleobjetivo, talmente parece que las montañas están al lado de Gijón.
por desgracia, no es así, aunque para un visitante ocasional que viese la escena, se lo parecería.
Las montañas aparecen enormes, y tan nítidas que se diferencian al detalle, viejas amigas de juventud, trepadas ya hace años y que me temo que por el ritmo de trabajo y crianza que llevo, no voy a volver a subir.
Habrá que conformarse con patear el Muelle, que no es poca cosa, ni poca belleza en mi paseo.
Pues si que te conoces bien esos montes, si. Un saludo.
ResponderEliminarBuf, lo bien que me lo pasé hace una década trepando por esos peñascos.
EliminarUn día una pareja al verme con la cámara por alli me preguntaron que si sabía que montañas eran las que se veían (estaban nevadas) y cuando les dije que eran las Ubiñas no me tomaron en serio y marcharon poco convencidos... jajaja
ResponderEliminarun saludo
Es que nadie se imagina esos montes de 2.400 metros de altura a la puerta de casa.
EliminarImpresionante, parece que están ahí al lado!
ResponderEliminarSí, talmente al lado, pero solo unas cuantas veces al año se da así de bien.
EliminarMe preguntaba cuáles eran, y mira, solucionado...
ResponderEliminarSon bien conocidos y bien hermosos.
EliminarCuanta gente que pasea por allí nunca se fijó...
ResponderEliminarNosotros utilizamos el Aramo de barómetro para la nieve que puede haber en la cabaña. Solemos ir (lo tenemos muy cerca) a mirar desde Los Pericones a la vez que damos un paseo.
Al igual que a ti nos parece que ya no las subiremos nunca, habrá que conformarse con recordar y ver las diapos de cuando éramos jóvenes y pateábamos esos y tantos montes astures.
Saludos.
Todo tiene su edad.
EliminarCuando yo estaba en mi apogeo (un poco obsesiva) montañero, conocí a mi esposa, y a mi suegro, que fue uno de los primeros asturianos en subir el Urriellu, o en viajar a los Alpes a hacer expediciones, y el hombre estaba ya dejando por completo el monte.
A mí se me hacía imposible ver que aquel paisano que había vivido para la montaña se mostrase tan tranquilo asimilando que ya no tenía cuerpo para subir cuestas.
Hoy en día soy yo el que asume que ni tengo tiempo ni moral para ir a la montaña, y mucho menos cuerpo como para hacer las expediciones salvajes que hacía.
Nos hacemos viejos, suerte tenemos de haberlo vivido en su día y poder contarlo, los hay que no tienen nada que rememorar...