Los correlimos oscuros (Calidris maritima) nunca fueron demasiado abundantes en ninguna parte en la Península Ibérica, pero si en algún lugar su invernada era destacable, lo era en Gijón.
De crío, se veían todo el invierno algunas decenas de ellos, y era una delicia.
Hoy en día son mucho menos abundantes, y hay años, como el pasado, en el que apenas se ven 3 ó 4.
Pasan fácilmente desapercibidos, son silenciosos, y su cuerpo grisáceo se camufla bien entre las rocas, aunque son bastante activos, y ese pico anaranjado canta bastante.
Pues bien, este invierno parece que se ven de nuevo con algo de regularidad, y en las salidas por el Rinconín de Gijón la cosa ha andado entre un mínimo de 6 ejemplares y un máximo de 12, lo que sigue siendo muy escaso, pero más que otros años.
Para más dificultad, se suelen asociar con sus amigos los vuelvepiedras, y pasan bastante más desapercibidos que nuestros exhibicionistas preferidos. Buscadlos aquí.
Se ven grupos laxos de 3-4 ejemplares, muy tranquilos y menos batalladores que otros correlimos.
La mayoría del tiempo, hechos una bolita.
Les gusta tomar el Sol también en lo alto de las rocas.
De siempre me gustaron, y me alegra verlos estos días.
Y en la próxima entrada hablaremos de sus colegas los vuelvepiedras.
Parece ser que ya han llegado. Siempre miro por las rocas y el rompeolas de aquí, por si acaso suena la flauta, hoy que parece que tira el sol le pegaré un meneo a la zona a ver si hay alguno, que como bien dices, siempre es una alegría encontrárselos.
ResponderEliminarUn saludo, Iván.
Siempre pienso que el día menos pensado dejarán de venir, así que hay que disfrutarlos, primo.
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