Paramos a la ida en Viveiro, camino de Cariño, y la marea alta nos la jugó: ni un bicho en las playas.
A la vuelta, frenazo a la altura del puente: había cientos de gaviotas. Nos desplegamos rápidamente en plan comando, pero nada. Increíble, entre tantas gaviotas: no había anillas.
Pero después de un rato, apareció un joven gavión atlántico (Larus marinus) anillado. La única anilla de este viaje en principio proclive a encontrar muchas, y va a ser mi primer gavión anillado, ¡qué cosas!
La anilla, por ser de color negro, y empezar por J, se identificó enseguida como de Noruega, es un primer invierno, y era su primera lectura.
Era JU451.
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