Pues sí, después de una mañana de nochevieja totalmente dedicada a ver aves de las que me gustan, me pasé por el pantano de San Andrés, preparado para sufrir, porque a este enclave al que iba mucho hace años, y que siempre daba grandes alegrías, el incivismo, la contaminación, el abuso y sobre todo la desidia de las autoridades lo vienen sumiendo las últimas temporadas en un espacio natural echado a perder.
Sin embargo, este día estaba casi casi tan lleno de vida como en inviernos lejanos, y además sucedió una cosa muy curiosa, ya que nada más plantar el telescopio, llegó un cormorán grande (Phalacrocorax carbo) y se subió a la orilla desde el agua justo donde yo estaba.
Pensé que estaría despistado y que en cuanto me viese huirá despavorido, pero me echó un vistazo de medio lado y allí siguió durante la hora que estuve viendo bichos. Al parecer captó la realidad: que no tenía intención ninguna de molestarlo, y así, respetándonos el uno al otro, pude hacerle, a unos 6 metros de distancia, todas las fotos del mundo, sin que en ningún momento la situación causase ningún problema.
Me sentí como en las islas Galápagos, y me dio tiempo para pensar mucho en lo poco que respetamos el silencio y la confianza mutua, y no solamente con los animales, y lo bien que nos iría a todos con otro talante.
Cuando marché, en silencio, aún seguía allí, impacto cero, es lo ideal.
El otro milagrito fue que el pantano, especialmente sus orillas norte y oeste, estaban llenas de vida, como en los viejos tiempos.
Había casi 50 fochas comunes, muchos ánades azulones, garcetas comunes, y el ánsar piquicorto (Anser brachyrynchus) que lleva una temporada por aquí.
Muchos patos, había algunos silbones europeos (Anas penelope)...
...ánades frisos (Anas strepera)...
...más de una docena de cucharas europeos (Anas clypeata)...
...y hasta un porrón moñudo (Aythya fuligula), que tan pocos se ven últimamente.
Bastantes garzas reales (Ardea cinerea).
Un somormujo lavanco (Podiceps cristatus)...
...4 zampullines chicos (Tachybaptus ruficollis), y un zampullín cuellinegro que no paraba de calarse.
Incluso llegó un pequeño bandito de avefrías (Vanellus vanellus).
En general, nada del otro mundo en los estándares de hace unos años, pero que hoy por hoy, en este pobre pantano es un muy buen resultado, que puso el colofón a un año que se iba, lleno de sorpresas.
"Voy al embalse de los horrores" es lo que digo yo en casa cada vez que voy para allá... jajaja
ResponderEliminarMuchas veces he parado en estos últimos 10 años allí en esos viejas Oviedo-Gijón y siempre me voy con la misma frase: lo que podía ser y lo que realmente es....
Muy bueno el apelativo, por desgracia, salvo que le "quiten el tapón" (cualquier día) ya no les queda nada más que hacerle a este bendito embalse que todo lo aguanta.
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