Solemos atribuir a nuestro limícola favorito, el vuelvepiedras, cualidades como inteligencia y astucia, y no es para menos, ya que en Gijón se les ve haciendo mil monerías para conseguir mendigar sus manjares dietéticamente heterodoxos, tales como chorizo del bocata de los críos en los parques, palomitas, pipas, gusanitos de maíz, o la xorra coreana de los pescadores.
Sin embargo es en condiciones naturales donde demuestra hasta que punto está perfectamente adaptado a ganarse la vida sin problemas en su hábitat natural.
Estaba observando a los vuelvepiedras (Arenaria interpres) en el Rinconín de Xixón cuando pude ver una escena de caza muy interesante.
Un vuelvepiedras, en menos de un minuto, se las arregló para separar a una sapa (Pachygrapsus marmoratus) de su escondrijo entre las rocas, acorralarlo y sacarlo al aire libre.
Una vez allí, y siempre a salvo de las pinzas del cangrejito, en un par de giros lo despistó, y con un solo golpe del pico lo volteó, y allí se acabó todo.
Boca abajo y sin defensa, de una estocada certera en el abdomen, acabó con la vida del crustáceo, y se lo empezó a zampar de inmediato.
¡Bon appetit!
Me dijo un pescador de caña de la zona, que si le llevaba "quisquillas" me comería en la mano"...
ResponderEliminarBuenas fotos.
Es increíble lo acostumbrados que están a nosotros, pero solo en Gijón...
EliminarYo prefiero esa secuencia a ver como comen los gusanitos, estupenda amigo. Que colores más guapos van cogiendo. Un saludo
ResponderEliminarSí, lo salvaje siempre es lo mejor, además no deberían acostumbrarse al alimento fácil, nunca trae buenas consecuencias.
EliminarMenos mal que las "sapas" no solemos comerlas los humanos, les queda una buena despensa a los vuelve.
ResponderEliminarSaludos.