Algunas aves era la primera vez que las veía aquí, como los 5 herrerillos capuchinos (Lophophanes cristatus) que había entre los pinos. En los mismos árboles, un buen bando de carboneros comunes, herrerillos comunes y carboneros garrapinos. Páridos a montón.
Sin duda los más abundantes aquel día los pinzones vulgares (Fringilla coelebs).
Entraban por cientos desde el Norte de Europa, igual que los muchísimos y muy agotados y confiados petirrojos (Erithacus rubecula) que pasarán el invierno aquí.
Cientos también los bisbitas pratenses (Anthus pratensis) que salían de los praos...
...de los matos...
...y de las copas. Por todas partes.
En el propio faro se veían muchos busardos ratoneros (Buteo buteo), muchos de ellos también vienen a pasar el invierno.
Lavanderas blancas (Motacilla alba) también por decenas.
Mosquiteros comunes (Phylloscopus collybita) también reclamando casi en cada árbol.
También los abundantes zorzales comunes (Turdus philomelos) reforzaban en mucho la población de aves locales.
Los pájaros sedentarios y casi conocidos ya ejemplar por ejemplar tampoco me fallaron al encuentro, como el acentor común (Prunella modularis).
Colirrojos tizones (Phoenicuros ochruros).
Cornejas negras (Corvus corone).
Verderón común (Chloris chloris).
Mirlos comunes (Turdus merula).
Escribanos soteños (Emberiza cirlus).
O gorriones comunes (Passer domesticus). Un buen mogollón, vamos.
Un lugar perfecto, incluso si no te gustan los pájaros.
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