A principios de noviembre me encontré en el mismo día con varios grupos de escribanos palustres (Emberiza schoeniclus). A los primeros los vi en la charca del Cabo Busto.
Y al otro grupo, en la isla del Sablón, en la desembocadura del río Nalón. Aunque sería más acertado decir que oí a muchos más que vi, el canto es tan particular que no ofrece duda a la hora de identificarlos.
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Me encantan tus comentarios, y además los necesito, pero para evitar los ataques de orcos, trols y pesadiellos, me veo obligado a moderar. Si formas parte de la buena gente, tu comentario saldrá seguro.
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