Con magníficos colores entre el tostado, el rosado y el gris, se diferencian bien de nuestras grisáceas y monocromáticas libanotica.
Siempre vigilantes, era posarse en tierra, después de miles de kilómetros de periplo, y ponerse a vigilar, normal, el Cabu Peñes está lleno de peligros: halcón peregrino, esmerejón, gavilán...
Los chorlitejos grandes (Chararius hiaticula) que compartían los roquedos y los prados adyacentes al acantilado eran mucho más confiados.
Comida, era lo que buscaban.
Tampoco habían llegado todavía las primas enlutadas de Gran Bretaña, estaban al caer.
Pero sin duda el mayor espectáculo a principios de septiembre era el de bandos de centenares de fringílidos llegando del Norte de Europa.
Algunos, como estos jilgueros (Carduelis carduelis) se quedarían breve tiempo para reponer fuerzas, otros ya se quedarán todo el invierno.
Los miraban con poco interés aves sedentarias y locales, como el colirrojo tizón (Phoenicurus ochruros).
Esta hembra (o macho juvenil) parecía muy desprecupada de mi presencia.
Igual que otra hembra, la de cernícalo vulgar (Falco tinnunculus), muy tranquila en su atalaya.
Del busardo ratonero (Buteo buteo), en esas fechas, no puedo saber si es local o visitante, ya que bastantes llegan del Norte, con un espíritu cazador que contrasta con nuestros más carroñeros y oportunistas ratoneros sedentarios.
Otro peligro llegado de lejos para las abundantes tarabillas comunes (Saxicola rubicola) que exploran su territorio en familias progresivamente más laxas según va llegando el frío.
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