En plena zona de guerra urbanística almeriense, el Salar de los Carros representa muchos de los males urbanísticos crónicos de este país. Una pequeña zona húmeda, encajada entre bloques de edificios y centros comerciales, presenta una muestra de aves acuáticas espectaculares, que en cualquier país más civilizado sería protegida de inmediato, pero que aquí se convierte en escombrera y en ejemplo de lo poco que cuidamos nuestro medio ambiente.
Literalmente rodeado por carreteras, subsiste, como la aldea de Asterix, en un maremagnum de urbanizaciones sin vender, a la espera de la desaparición definitiva, en forma de hormigón, asfalto o ladrillo. Mientras tanto, se ven maravillas cada año en este pequeño enclave: pagazas, charranes, anátidas escasas como cercetas carretonas, zampullines, limícolas por cientos, calamones: un vergel de vida, que nadie quiere proteger. Con la ceguera que da la ignorancia, si se promocionase el turismo ornitológico, se atraería un nicho de turismo extranjero amante de las aves, que complementase los ya agotados recursos de mar, playa y parque acuático que llevan décadas explotándose, con luces y sombras, en contra de un turismo anterior basado en el naturismo en familia, que fue arrinconado verano a verano, muy triste.
Como doy por hecho que poco falta para que cualquier verano sea mi última visita a este lugar tan querido, aguanté el calor sofocante y el mal olor para disfrutar de las aves que por aquí crían, sabiendo que ni mucho menos es la mejor época julio para disfrutarlo, mucho mejor la primavera y sobre todo la época más fría que trae agua y verdor.
La primera que me llamó la atención fue la lastimera gaviota de Audouin (Larus audouini) de portada, que por desgracia es, como el salar, un cadáver viviente, pues lleva un anzuelo en el pico: morirá, bueno, como haremos todos.
Decenas de limícolas, los más frecuentes, los abundantes correlimos zarapitines (Calidris ferruginea).
Acompañados de los más escasos correlimos comunes, chorlitejos grandes y patinegros.
Aunque las más abundantes, criando aquí en buen número, eran las cigüeñuelas (Himantopus himantopus).
No es, sin duda, el mejor lugar para criar, pero desde luego a esta colonia no le importa estar en el medio de un nudo de urbanizaciones y vías de asfalto.
Otras especies: pagaza piquinegra, gaviotas patiamarilla y reidora, y un sinfín de aviones y golondrinas comunes y vencejos.
Ojalá se salve y alguien tome la sabia decisión de proteger este pequeño oasis.
hace cuatro años "caímos" por ahí y me quedé flipao con ese lugar. como dices, rodeado de "pogreso". Al lado mismo de la carretera vi Malvasías, Flamencos y mi primera y única observación de Cerceta carretona hasta la fecha. Es más, llevaba tres pollos detrás. Me quedé impactado de la nula protección del lugar.
ResponderEliminarSalud amigo!
Pues sí, es tristísimo, con cuatro duros que se inviertiesen tenían una zona protegida urbana que vender para el turismo, y no una escombrera pidiendo auxilio.
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