Para mí, el gran día de mis vacaciones.
Mereció la pena levantarse a las 5 de la mañana y preparar un kit de supervivencia en la mochila, necesario si, como es mi caso, vas a solo a un territorio tan agreste. Luego no fue para tanto, y pude comprobar que con un poco de orientación, estas lomas tan peladas de vegetación muestran su cara más amistosa, aunque pasearse por aquí en verano, a 40ºC de temperatura y con el Sol en lo alto, es una invitación a acabar en el Hospital. Hidratación permanente (en mi caso, té verde literalmente helado), un buen sombrero, buenas botas y mantener la cabeza fría. Y un buen GPS, claro, el mapa en el pantalón, y dejarse llevar por la increíble belleza de este paisaje al amanecer.
La ruta la veréis al ampliar el mapa, es un línea fina muy tenue.
En cuanto a la fauna, no me encontré todo lo que venía buscando, y las fotos, difícilmente pueden ser buenas, porque en un terreno tan abierto, y tan majestuosamente silencioso, los bichos te ven a kilómetros, pero disfruté de lo que estas tierras pueden ofrecer: paisajes únicos.
Siendo unas pocas horas de ruta, la diversidad de miradores hace que con doblar una rambla, las vistas cambien por completo.
Venía buscando a la alondra ricotí, pero ni la vi, ni la escuché, una pequeña decepción. En cuanto al camachuelo trompetero (Bucanetes githagineus), pude ver un grupito al poco de internarme en la zona más escabrosa, aunque siendo tan pequeños y poco llamativos, lo que más se te queda es su reclamo, muy peculiar. Cuesta un montón acercarse a ellos, y fue imposible hacerles fotos, el borrón a la izquierda que veis aquí es uno de ellos, 1" antes hubiese sido una buena foto, pero ese segundo ya sabéis que es lo que separa el éxito del fracaso con algunas especies. Bueno, otra vez será.
El panorama de entrada, al comenzar a caminar, es brutal, no engaña, y te avisa de lo que te espera.
La ruta aprovechaba las ramblas creadas durante décadas por las avenidas de agua, y tú aprovechas esos caminos naturales para internarte en un laberinto de tierras desoladas.
Terreno perfecto para la cogujada montesina (Galerida theklae), muy abundante todo el tiempo.
Casi tanto lo era el conejo (Oryctolagus cuniculus), los había por todas partes.
Aprovechando las ramas más altas de las retamas, la collalba rubia (Oenanthe hispanica hispanica), se deja ver todo el camino, especialmente los ejemplares jóvenes, muy curiosos.
Cuando no hay árboles, buenos son los tendidos eléctricos, los aprovechaban las 2 especies de alcaudón, muy precavidos, y nada amistosos para el fotógrafo: el alcaudón meridional (Lanius meridionalis)...
...y el alcaudón común (Lanius senator), aquí un ejemplar juvenil.
Sospecho que por la gran variedad de grandes insectos que pude ver, deben estar encantados.
Me imagino que reptiles como la lagartija colirroja (Acanthodactylus erythrurus) también formarán parte de su dieta.
Iba preparado a ver todos los tópicos del desierto, con sus tarántulas, víboras y escorpiones, pero no me encontré nada que pudiésemos llamar "peligroso".
Después de una hora alucinando con lo que veía, cambió el paisaje y ahí sí que ya las sensaciones se amontonaban debajo del sombrero. Esto para la próxima entrada. Continuará.
Impresionante Ivan!!!
ResponderEliminarSí que lo es, te ves muy pequeño e insignificante rodeado de aquel tremendo paisaje.
ResponderEliminarPara nosotros es como entrar en otro mundo, promete el sitio. Seguro que tienes un buen recuerdo de la aventura. Saludos
ResponderEliminarSí, para nosotros los norteños el horizonte sin verdes ni azules es como cambiar de continente.
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