Decidimos refugiarnos del sofocante calor almeriense con una excursión familiar a Sierra Espuña, en el corazón de Murcia, la idea fue muy refrescante, aunque nos falló la planificación: pretendíamos subir hasta el Cabezo de Espuña, una peña inmensa con unas vistas tremendas, pero la carretera que sube hasta la zona desde la que se asciende estaba cerrada más tarde de las 18 horas (lógico para protegerse de intromisiones, fuegos y demás peligros humanos). No lo sabíamos, y llegamos justo para echar un par de fotos lejanas de la gran montaña.
Entramos desde las Alquerías, al Oeste de la Sierra, y la bordeamos de Oeste a Este, un paseo en coche ya merece la pena, la carretera se las trae (vomitona incluida de los chiquillos en fin) pero las vistas según se asciende, y sobre todo cuando se desciende hacia Totana, al Sureste, impresionan.
Teniendo en cuenta que es la masa forestal más grande de Murcia, y que no andan sobrados de árboles en esta hermosa tierra, la presencia continua que vimos de dotaciones de bomberos, guardas y SEPRONA no está de más. En su día se plantaron los pinos de uno en uno, cuesta creerlo, por iniciativa del ingeniero de montes Ricardo Codorniú. Desde el mirador del Collado bermejo, a más de 1.200 msnm, la panorámica es puro verde, no parece estar en Murcia, por la frescura del manto vegetal y por la diferencia de temperatura con el valle. En esta foto, la vista es hacia la Umbría de Peña Apartada.
Hacia el oeste tampoco desmerece la vista hacia el Barranco de Enmedio.
En el cielo, una pareja de águilas reales (Aquila chrysaetos) firman con su presencia el vigor de la fauna de este parque natural.
Aunque me hubiese gustado encontrar a los arruís (Ammotragus laervia), la hora no era la mejor, y me conformé con encontrar sus rastros en forma de abundantes excrementos.
Esta cabra montesa oriunda del Sáhara se ha adaptado tan bien, que ha desbordado la Sierra de Espuña e invadido las sierras más desérticas de las provincias del levante de España, aunque cazadores e ingenieros de montes siguen defendiendo su presencia, los daños que causan en la agricultura y a la vegetación silvestre son tan grandes que ya hay planes para su erradicación, ya que ni siquiera económicamente es rentable su caza. En todo caso, es una especie tan polémica que ha creado un auténtico corpus de estudios a favor y en contra.
Aunque la base del parque regional son los pinos, hay especies muy agradables de comer para el arruí que no se libran de su ramoneo, como el enebro albar (Juniperus oxycedrus badia)...
O el lentisco (Pistacia lentiscus), que deberían recolonizar la sierra y devolverle su esplendor de antes del siglo XIX.
Después seguimos camino hacia el área recreativa de la Fuente del Hilo, un lugar en el que se nota el trasiego humano, pero que cuenta con un buen paisaje y una notable cobertura arbórea.
El anonimato lo aprovechan los jabalíes (Sus scrofa) para alimentarse con el crepúsculo de los restos de comidas que activa o pasivamente dejan los turistas.
No sé hasta que punto es bueno que interaccionen con los humanos, pero desde luego, es simpático.
¡Volveremos otro año con más tiempo a esta joya de la naturaleza!
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