Seguíamos internándonos por barrancos y el Sol subía, las sombras se pegaban a la roca, el yeso brillaba, y yo disfrutaba como une enano. Escuchaba reclamos de perdiz, y veía como pequeños fantasmas emplumados se deslizaban con toda facilidad por las empinadas crestas de la roca, pero no identificaba bien a sus protagonistas. Finalmente, vi que eran perdices morunas (Alectoris barbara), toda una sorpresa.
Probablemente producto de sueltas cinegéticas, tenían todo el aspecto de estar perfectamente en este medio, se movían con una elegancia hipnótica entre dunas y roca suelta.
La otra gran especie cinegética del desierto es un fantasma, el jabalí (Sus scrofa). Yo no lo vi, y debe resultarles difícil esconderse, pero lo hacen bien, y solo pude ver sus rastros.
Que puedan sobrevivir en un ambiente tan hostil demuestra a las claras su adaptabilidad.
Lo mismo que los gorriones comunes (Passer domesticus), aguantan lo que les echen.
Las currucas rabilargas (Sylvia undata), mucho más tímidas que cuando las veo en el Norte, evidente también que pueden vivir en el húmedo Norte y en el desértico Sur.
Metido ya de lleno entre dunas, aparecen los oasis.
Sospecho que en estas vaguadas se acumula, a mucha profundidad, embolsada, la poca agua que queda de las lluvias de otoño.
Todo un paisaje sahariano en el único desierto verdadero de Europa.
Al mochuelo común (Athene noctua) me lo encontré en la cima de la duna.
Una nota de carnoso calor, las alcaparras (Capparis spinosa).
En el último tramo me dejé llevar por lo que veía, sin camino, sin destino, disfrutando de lo que me transmitían mis ojos, que era mucho. Volví al coche y a la civilización pensando que había estado en otro planeta. Muy hermoso.
Ivan, ¿onde tabes?. Tas engañandonos, escapastete al Rift!!. Impresionante!!!
ResponderEliminarQue más quisiera yo que escapar al Rift pero Tabernas bien merece una visita.
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