Hicimos una escapada a Cartagena que nos prestó mucho, aunque sufrimos bastante el calor del mediodía. Sabíamos que teníamos poco tiempo, y fue una pena porque quedamos con ganas de más ya desde la salida frente al Ayuntamiento.
Justo enfrente está la entrada a las ruinas romanas, toda una sorpresa con una buena cobertura museística dentro de un edificio que no te hace imaginar lo que tiene detrás, y que te va preparando para...
Nos impresionó el Teatro Romano, la amplia galería y el acceso tan particular, atravesando una iglesia, lo hacen diferentes de los otros edificios de las mismas características que habíamos visitado en España e Italia, es muy original.
Desde allí seguimos ascendiendo penosamente (íbamos con sillita infantil y un montón de trastos) al castillo de Cartagena, desde donde mereció la pena la caminata por las excelentes vistas del Casco Antiguo de la ciudad.
La ciudad en sí me pareció preciosa, muy caótica en cuanto a su distribución sobre el mapa, pero muy paseable e interesante, la gente majísima y la gastronomía, muy barata y de calidad. Para repetir, además estábamos disfrutando del Museo Nacional de Arqueología Subacuática cuando una repentina indisposición nos hizo tener que abandonarlo, una pena porque era interesantísimo.
En fin, terminamos nuestra escapadina visitando la extraordinaria Bahía de Cartagena, una ensenada especialmente interesante para dar acomodo a un enorme puerto con muchas funciones diferentes, se nota que Cartagena tiene mucha historia, la ocupación sucesiva de la ciudad hace de ella una delicia para los que nos gusta la historia naval, porque en el desarrollo de su puerto va escrita su historia más íntima.
En definitiva, se nos quedó muy corta la visita. Volveremos.
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