Se supone que con el macroespigón del
Superpuerto del Muselón iba a dejar de haber olas y temporales, y la verdad es
que no solo ha sido así, sino que al contrario, ha habido más daños que nunca.
Cualquier gijonés de los muchos que paseamos
con frecuencia desde críos por el Muro dirá lo mismo: la playa ha cambiado, y
la ola también.
Yo tengo visto romper las olas en los
escaparates de las tiendas del Paseo (año 1.995), y mi madre, que nació y se
crió en las casas de la
Escalerona , me cuenta cuando les entraba el agua del mar en
el portal. Vamos, que nada nuevo ni del otro mundo.
¿Cuál es la diferencia? Pues muy evidente:
Antes las olas batían en dirección a la parte más al Oeste del Muro, y
respetaba la zona más al Este.
Con el dragado de la arena que hacía de fondo
a la entrada de la Bahía
de Gijón, el volumen total de arena es más escaso, y no frena la entrada de las
olas, y estas olas ahora rodean el Superpuerto y atacan hacia el Este (lógico),
destrozando zonas no tan protegidas, y a donde antes prácticamente no llegaba
el mar salvo con mareas vivas.
Así, en la zona central del Muro, se aprecian
los basamentos del Muro, y las grietas y desconches del propio muro en sí son
brutales, y demuestran hasta que punto esta zona ha sido castigada en los
últimos tiempos, y sospecho que lo seguirá año tras año.
En todo caso, donde más se ha demostrado este
efecto del cambio de la dinámica del flujo de ola en San Lorenzo ha sido en las
zonas del Tostaderu y del Rinconín.
La desembocadura del río Piles ha cambiado por
completo, y ya no se parece en nada a lo que todos recordamos, de seguir así el
Puente del Piles va a ser un elemento decorativo más.
Después del temporal, con el amanecer, el
panorama era desolador, con toneladas de tierra y plantas ornamentales
arrancadas de cuajo del paseo por las olas, y depositadas a cientos de metros
en los pedreros.
Capas y capas de piedras y maderos de hasta 2 metros de largo
desperdigadas carretera adentro dan buena muestra de la altura a la que saltó
el mar, y del poder erosivo que está teniendo el mar en esta zona, destrozando
los fondos que hasta ahora eran suavemente batidos por las aguas fluviales,
pero a las que nunca antes había llegado la fuerza de la ola con tanta fuerza.
En la zona del Rinconín el oleaje siempre
superaba el nivel del Muro, pero lo que se colaba era espuma (ver foto de hace
unos años), y era más fotogénico que realmente peligroso.
Pero este invierno lo que llegó arriba fueron
olas con un poder tremendo. No quiero pensar cómo debió ser el escenario en la
madrugada anterior a estas fotos, pero las farolas con base de piedra y hormigón
deben pesar centenares de kilos, y varias aparecieron destrozadas.
No es inhabitual que el forjado del Muro
aparezca roto y arrojado al mar, suele suceder año tras año.
Pero lo anormal es que claramente el punto de
impacto de las olas este temporal superó este límite, y podemos asegurar que al
menos parte de las olas rompieron directamente en tierra, erosionando la zona colindante a
la carretera, y detrás de la carretera está una zona construída en su
totalidad, lo que no augura nada bueno para años venideros.
La altura del agua superó al menos los 2 metros por encima del
nivel de defensa del litoral en esta zona, ya que parte de las farolas
aparecieron rotas en su ápice, algunas derribadas.
Podemos decir que es el cambio climático, que
es inexorable, y que anegará sin duda gran parte del litoral primero en
temporales, y a finales de este siglo sin duda, porque hay están los estudios, de
manera definitiva, las zonas bajas de la costa cantábrica.
Podemos decir que ha sido la tormenta
perfecta: lo fue, ya que se juntaron vientos de más de 100 kms/h con un flujo
de temporales seguidos inusualmente frecuentes, y con unas mareas vivas de un coeficiente
desmesurado. Vale.
Pero yo digo también que cuando se construyó
el Superpuerto, y lo doy como ejemplo de cientos de construcciones que se han
perpetrado en nuestras costas, se llamó de todo menos bonito a los grupos
ecologistas por avisar del cambio que iba a haber en las mareas, en las olas y
en el depósito de arenas por culpa de tan colosal proyecto.
Y ahí lo tenemos: una superpuerto vacío, que
nos costó miles de euros a cada contribuyente, mientras las políticas sociales,
de vivienda, de sanidad, de regeneración social, en definitiva, las importantes, eran vapuleadas
al grito de “no hay presupuesto”.
Y este es un puerto que puede, ojalá no, matar a la gallina de los
huevos de oro del turismo de aquí a nada, porque por mucho que ahora (siempre
sucede así, y es un segundo error aún más horroroso) se empiece a hablar de
traer arena de fuera, de crear espigones artificiales, en definitiva, de
transformar una playa milenariamente sana, un ecosistema vivo, en una enorme
arenero para gatos en la que poner y quitar arena a ritmo de contrata.
Y aún digo más, y con esto termino: hay
políticos con puestos aún de alta responsabilidad y con sueldo desorbitado
que en su día , con todos los informes de los técnicos en contra, quisieron
ampliar otro kilómetro mar adentro el Superpuerto, con lo que el resultado
hubiese sido un disparate para los siglos de los siglos. Y si no lo hicieron no
fue porque se diesen cuenta o se les encendiese la bombilla de la inteligencia:
fue porque no les dejaron. Ahí lo dejo.
Excelente entrada y muy didáctica. Esta claro que algo ha cambiado en Gijón, tus fotos no dan lugar a dudas.
ResponderEliminarSaludos desde León
Hoy, con mucho menos temporal, seguían saltando las olas por encima del mismo tramo ya destrozado, pinta muy mala solución.
EliminarEsos políticos necesitan al menos una chirigota como la de Cádiz....
ResponderEliminarLo que necesitaban es irse al paro una temporada y ver un poco de mundo real, pero...
EliminarDa pena y también miedo..... Un saludo
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