Hay que tener muchas ganas para levantarse un sábado, con 0ºC de Tª, aún de noche cerrada, y ponerse a observar aves, pero esto es lo que me gusta hacer, y lo hago con sumo gusto.
Porque sabía lo que me iba a encontrar, y no quería llegar tarde a este espectáculo, que aún me impacta, pese a haberlo visto unas cuantas veces ya.
Miles de estorninos (Sturnus sp.) pasan la noche, refugiándose de los depredadores y del frío, en los álamos (Populus sp.) del Parque Isabel de Gijón.
Y de repente, sin una señal, o un solo trino, empiezan a salir volando al unísono, primero de manera suave.
Y al final, unos segundos después, en tromba miles de estorninos salen a la vez, sincronizados en la misma dirección.
(Os recomiendo ver la foto en grande).
Entonces el ruido es ensordecedor, miles de alas suenan de una manera muy particular e inolvidable.
El proceso completo solo dura unos segundos, pero se recuerda toda una vida.
A su lado las garcillas bueyeras (Bubulcus ibis) llevan pasando la noche desde hace unas semanas, en el mismo parque, en la isleta central.
Normalmente salen en la misma dirección que los estorninos (Este) en cuanto sale el 1er rayo de Sol, pero en esta ocasión se les quedaron pegadas las sábanas.
La mirada de la garcilla nos desvela una posible razón: para un ave que viene de zonas subtropicales, incluso en el calor del dormidero compartido, el frío puede hacer que estén un poco lentas, a mí me sucede igual, con los dedos helados todo se ralentiza.
Pero mereció la pena el madrugón, el frío, y las fotos con un ISO brutal.
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