Como suele suceder, cuando lo pasas mal y pasa un tiempo, te acuerdas de lo bueno y olvidas lo malo. Hace unas semanas lo pasamos mi hijo y yo bastante mal ascendiendo el Pozúa por tierras de Sajambre. La ruta se complicó bastante y aunque al final tantos años de experiencia, y la suficiente madurez que tuvo el chaval para no ponerse nervioso hicieron que volviésemos sanos y salvos (pero reventados), pudo haber acabado la cosa quedándonos a dormir al raso...
Visto con perspectiva, me sirvió para recordar que los GPS son muy útiles pero no infalibles, y que donde esté un buen mapa, una brújula y la bendita experiencia montañera, que se quite la tecnología. Hubo que reorientarse a la antigua usanza, y funcionó mucho mejor que el aparatito, que nos metió por un camino que ya no era un camino si no una ratonera.
Si fuésemos rebecos (Rupicapra parva) hubiésemos saltado mejor entre los escayos más altos que nosotros...
...pero como no lo éramos nos contentamos con piropear la elegancia de nuestros vecinos de cuatro patas y salir de aquella a machetazos y trepando entre los matos.
Pero lo dicho, aprendimos alguna lección, aumentamos el vínculo paterno-filial, y menudas vistas allá arriba...hacia Picos de Europa, inenarrables, con el Jario, detrás de Vegabaño, en primer plano, y las vertientes sur de los macizos Central y Occidental al alcance de la mano.
Y hacia Asturias, tampoco desmerecían, con Ten y Pileñes tan cerca que apetecía ir a visitar sus cumbre aun nevadas.
Para quitarnos el susto, cambiamos de valle ya con el coche y nos acercamos a
visitar el puerto de Panderruedas, ya en Valdeón, y además del Camborisco siempre presente, aquí sí que Picos de Europa y la nieve se hacían notar bien cerca.
Es ésta una visión de Picos de las más desconocida, y es una pena, porque el acercamiento desde este valle es maravilloso.
Lo dicho, el susto ya pasó y se quedó en el recuerdo el día tan intenso y un paisaje de una belleza abrumadora.
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