Como en cualquier edificio, los vecinos tienen muy distintas personalidades y habitan el lugar sin ser muy conscientes de las minucias del otro, pero muy pendientes de lo que hacen.
La garza real (Ardea cinerea) ocupa los mejore lugares, buscando el Sol y moviéndose siempre con gran estruendo, es que el tamaño no permite grandes movimientos sin liarla.
Muy nerviosa y chillona, la oí antes de verla.
A punto estuvo de caerse un par de veces.
Hasta que por fin se instaló.
Muy arriba, en lo alto de las copas, los cormoranes grandes (Phalacrocorax carbo), completamente indiferentes al espéctaculo de unos metros más abajo.
Curiosidad, mutua, había entre la guapa garceta común (Egretta garzetta) y los desagradables galápagos de orejas amarillas (Trachemys scripta scripta).
Y finalmente, el martín pescador (Alcedo atthis), ojo avizor para ver si puede perseguir a sus congéneres, de charca en charca. Así están toda la tarde.
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