Era especialmente al atardecer cuando los 2 adultos aparecían en los lugares más insospechados, cazando (y menos mal porque estaba lleno de ellos) multitud de insectos.
La técnica típica: acechar desde una rama fina y saltar justo cuando el mosquito de turno pasa por delante: un quiebro, y al pico, y vuelta a la rama. Así decenas de veces.
Tantos mosquitos cazaban, que a la fuerza tenían que estar criando, y efectivamente, aunque muy camuflado por la similitud del plumaje y la corteza, en el pinar que teníamos delante había un único pollo volandero.
Aunque era uno sólo, estaba gordo como un cebón, prueba de la pericia de sus padres con la caza.
Aunque ya volaba pequeños tramos, y ya debía haber salido hacía días del nido, seguí dependiendo de sus progenitores, que siempre estaban cerca.
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