

Dicho y hecho, unos pasos más hacia el río Piles, allí me encontré a este 1er invierno.


No se movió apenas nada, lo que impidió cambiar la composición de las fotos, pero nos permitió a César, que se unió enseguida, y a mí, comprobar lo bonito que era el patrón del plumaje.

Hacía unos cuantos años que no veía un hiperbóreo en la playa gijonesa, así que fue sin duda un gran momento.
Al contrario que otros hiperbóreos muy agresivos y dominantes, éste hizo caso omiso de las cientos de gaviotas que lo rodeaban.

Volví enseguida a lo que me había traído allí, que eran las gaviotas cabecinegras y sus docenas de anillas, pero desde luego no todos los días se tiene el gustazo de ver las gaviotas blancas en tu propia zona local de pajareo.

Bueno, realmente sí, porque al día siguiente también vi a la gaviota groenlandesa, pero eso va a ser otra historia.