Aunque el día no acompañó del todo, nos fuimos a la playa de Traba a comprobar cómo eran de salvajes las playas de la Costa da Morte con nubes, ya que hasta entonces nos había acompañado un Sol estupendo pero inacostumbrado para el lugar. Resultó extraño estar en julio con una playa de varios kilómetros para nosotros sólos, pasear buscando conchas a lo largo de la orilla sin encontrar a nadie (de nadie de verdad) me hizo pensar lo idiotas que somos como especie, buscando la masificación en una carrera cuyo premio no acabo de encontrar, y desistiendo de visitar playas increíbles como estas cuando sale la nube, que precisamente te protege del calor y las quemaduras. No lo entiendo. Tanta belleza desprovechada.
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