Es normal y muy agradables ver en las iglesias españolas colonias de aviones comunes, vencejos de varias especies y golondrinas comunes, pero lo que no es tan normal es que la colonia sea de aviones roqueros (Ptyonoprogne rupestris).
Efectivamente, muy por encima de nuestras cabezas, varias parejas criaban sin descanso a sus polluelos.
La fachada románica-gótica-barroca de esta catedral tan bonita hacía de repisa para este especialista en anidar en acantilados (o parecidos).
Espacio tenían de sobra.
En vuelo era imposible seguirlos, pero aproveché que este ejemplar se posaba en una cornisa para sacarle partido a los 2000 mm de focal de mi trabuco.
Se hace raro ver a estos ágiles dominadores del cielo parados y tranquilos.
Con ese desmesuradamente ancho pico, es normal que todos los mosquitos acaben en su gaznate.
También, por supuesto, aprovechamos para pasear por esta hermosa villa lucense.
Me pasa como al amigo roquero, yo tampoco soy de pararme mucho, así que este paisaje vital de Mondoñedo no es para mí.
Pero una tarde sí se puede parar y disfrutar muchísimo de Mondoñedo.
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