
Termino aquí con esta serie de entradas sobre las preciosas dunas que me encontré en vacaciones, especialmente interesantes porque estaban en plena floración. Con todo, aquel día en Traba ni todas las flores de las dunas tapaban el hedor de la
marsopa (Phocoena phocoena) que me encontré un poco apartada en la duna.

Por el tamaño, forma de las aletas y forma de los dientes, aunque no soy ningún experto, y la lógica es que este pequeño cetáceo, que habita por aquí, y al que he visto varias veces mientras observaba aves amarinas, sea el infortunado.
Estaba lleno de artrópodos carroñeros por dentro, desde luego se habrán dado un buen festín estas últimas semanas, y en unos meses el esqueleto va a estar limpio y digno de exposición.

De las plantas que hablábamos, abundantes y variadas, la más llamativa porque tapizaba amplias zonas de la postduna, la
algodonosa (Otanthus maritimus).
También muy frecuente en esta zona alejada del mar, la
armeria de mar (Armeria pubigera).
Abundantes y espectaculares, los
nardos marítimos (Pancratium maritimum).

Más cerca del mar, jugándosela cada invierno en su conquista de las dunas recién creadas, la
lechetrezna de las dunas (Euphorbia paralias).
Misma situación la del ubicuo
cardo marítimo (Eryngium maritimum).

En el interior hay una laguna que en invierno es una delicia, por lo que cuentan, pero en verano estaba seca, siendo un reino de carrizos y juncos.
Desde el observatorio, nada que ver, salvo pequeños pajarillos.

Ni siquiera posaron bien, no sé dónde enfocó la cámara al
escribano soteño (Emberiza cirlus).
El
zarcero políglota (Hippolais polyglotta) sí posó decentemente.
También las
tarabillas comunes (Saxicola rubicola).
Buenos bandos de
pardillo común (Carduelis cannabina).
Y afortunadamente, también de
gorriones comunes (Passer domesticus).

En definitiva, un paseo muy agradable complementario a la deliciosa playa de Traba.

En invierno volveremos.