Los más numerosos, y los que más abatidos parecían, eran los bisbitas pratenses (Anthus pratensis), tan cansados llegaban que se ponían a escasos metros a descansar.
Descansaban unos minutos, e, inmediatamente, a comer lo primero que encontraban.
Iban llegando de uno en uno para después organizar pequeños grupos.
También apareció un par de verdecillos (Serinus serinus), en principio pensé que eran lúganos, pero no.
Estos sí que comían mucho y rápido, parece mentira con ese pico tan mínimo.
Desde luego recargaron lo suyo en los minutos que me acompañaron.
La pareja local de colirrojo tizón (Phoenicuros ochruros), prefería picar algo por el pedrero.
Varias cornejas negras (Corvus corone) encontraron enseguida qué comer también entre los charcos de la marea.
Los que luego dicen que las zonas húmedas son ciénagas sin vida, a mí me da la risa como a la corneja.
Y nada, no despejó la niebla, había muchas acuáticas a lo lejos, entre ellas espátulas (Platalea leucorodia), pero poco se pudieron disfrutar.
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