miércoles, 4 de mayo de 2016

Málaga para principiantes (II)

Menuda pateada nos dimos para acceder a la Alcazaba y al Castillo de Gibralfaro, pero fuimos para la cama cansados y satisfechos, guapísimas vistas.












La Alcazaba me pareció una maravilla, y eso que todavía no está abierta al público ni la mitad de la superficie. Tal y como me sentí en sus equivalentes de Granada o Almería, uno siente el frescor que buscaban en la Edad media al programar estos recintos, auténticos vergeles.










Aunque nada tienen que ver las especies vegetales presentes actualmente en sus jardines, la mayoría llegados de tierras que en aquella época eran ignotas, como América u Oceanía, no debía ser muy diferente la sensación de estar en un paraíso, con una arquitectura muy funcional, llena de requiebros por los que sopla la brisa, las vistas son un placer al doblar cada esquina y los materiales menos nobles como el yeso o la madera se enseñorean con la maestría en la decoración.


Dominando una colina frente al mar, y a un costado de la antigua Málaga se aseguraban un puesto defensivo extraordinario, y así son de magníficas las vistas en todas direcciones.











Desde lo alto veíamos el castillo a lo lejos, unido por una fortificación, cansaba sólo de ver lo alto que nos quedaba...












Después de comer excelentemente en el Pimpi, nos metimos una buena dosis de calorías necesaria para la fuerte subida, no sin antes visitar el Anfiteatro romano, a los pies de la Alcazaba.

La subida es dura, cierto, pero se ve recompensada por unos miradores escalonados que van presentando toda la ciudad paulatinamente, hay un montón de paradas donde admirarse por el paisaje y echar unas fotos.

Siendo una ciudad grande, desde la altura se hace enorme, aunque la sensación a pie de calle es que es perfectamente abordable, tiene el tamaño ideal.


El Castillo de Gibralfaro, siendo estéticamente, por razones lógicas, menos agraciado que la Alcazaba, tiene un paseo de ronda tan increíble que compensa hacer el esfuerzo de recorrer todo el lienzo de la muralla, ante tus ojos se abren cientos de kilómetros cuadrados y cuesta quedarse con una sola dirección en la que mirar.









Mucho más macizo que la Alcazaba por sus funciones defensivas, inteligentemente colocadas sus torres, hoy en día que afortunadamente no hay que disparar a nadie desde arriba, es un gozo disfrutar del recorrido.

Aunque con menor variedad y más recias, las plantas que aquí nos encontramos, fundamentalmente cipreses, son espectaculares.


















En definitiva, una visita muy agradable y evocadora, se nos olvidaron hasta las agujetas.










Al día siguiente nos fuimos de pajareo por la desembocadura del río Guadalhorce, y tuvimos tiempo por la tarde de visitar las playas del Oeste de la ciudad, en la zona de San Andrés, como excusa para visitar el muy recomendable Museo Ruso de Málaga, no decepciona.











Otro largo paseo que bien mereció alimentarse adecuadamente antes, ¡qué no falte el riquísimo espeto en una visita a Málaga!







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