Perseguidos por el temporal que nos lanzaba un viento mal soportado, nos fuimos retirando hacia el playón de Cicero, que con la marea alta pensábamos que atraería limícolas.
Y sí que se vieron relativamente cerca archibebes comunes y claros (Tringa totanus / nebularia) y chorlitejos grandes (Charadrius hiaticula).
Pero realmente el espectáculo estaba sobre el agua, en forma de "bola" de miles de correlimos comunes (Calidris alpina) y chorlitos grises (Pluvialis squatarola).
Tardaba el bando un buen rato en pasar frente al telescopio, y recorrió la bahía en un amplio barrido, separándose en subgrupos y volviéndose a juntar acrobáticamente, brutal.
Cerca de ellos, un bando de más de 3.000 silbones europeos (Anas penelope) cubría a larga distancia el agua.
Una lástima la lejanía porque fue espectacular ver una concentración tan grande de anátidas.
Cuando en sus respectivos movimientos se juntaban ambos bandos de limis y patos, apetecía aplaudir.
Con el invierno tan flojo de invernantes en Asturias, ¡menuda envidia nos entró a todos!
Desde luego la parada en el observatorio mereció la pena por completo.
De otros bichos, vimos, dada la avanzada hora del día, ya oscureciendo, varios bandos de cormoranes grandes (Phalacrocorax carbo), camino de los dormideros.
Y también un solitario somormujo lavanco (Podiceps cristatus), sólo visible con el telescopio.
Un lugar perfecto para ver aves, con un solo pero, la gran distancia a las aves, es que el espacio es inmenso.
Ya nos quedaba una última parada, a contrarreloj, persiguiendo a las esquivas carinegras, porque ya había hasta olas en la bahía, y muy muy poca luz, lo dejo para la última entrada.
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