Pues ya quedaba la última parada, aprovechando los coletazos de la luz solar, ya muy menguada, y en medio de una tempestad que avanzaba hacia nosotros y estalló minutos después de marcharnos de vuelta a Asturias.
Nos fuimos al observatorio de la Arenilla, en el centro geográfico de la bahía de Santoña. Una joya por situación, tamaño y comodidad, en Asturias ya sería hora de reclamar algo así.
Con las olas nos costó encontrarlas, estaban además muy lejanas, pero contando contando salieron más de 170 barnaclas carinegras (Branta bernicla), uno de los objetivos del viaje.
Hubo un pequeño bando que se acercó un poco más, pero la luz era inexistente y era casi imposible seguirlas entre la mar tan picada.
En el último islote libre de agua, una buen bando de garcetas grandes (Egretta garzetta), junto a unos limícolas, descansaba como podía del azote del viento Noroeste.
Dimos el punto y final a un desplazamiento a Santoña que salió redondo, nos faltó pasar a Laredo, pero en poco más de 6 horas vimos un montón de cosas (ver mapa), y sobre todo, nos hicimos, los que no habíamos estado nunca, una idea muy completa de los tesoros que alberga este espacio natural. Ya cuento con volver, me maravilló.
Buenas crónicas Ivan, me has traído bastantes recuerdos de la zona.
ResponderEliminarPara mi era una incógnita y volví sorprendidísimo de la gran variedad de espacios naturales diferentes que comprende la zona.
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