Los que llevamos observando cormoranes unos añitos sabemos la facilidad con la que se tragan pescados aparentemente imposibles de deglutir.
Pero cuando vi en el río Piles a este cormorán grande (Phalacrocorax carbo) sacar del agua a esta enorme pieza de pez plano, di por hecho que era del todo punto imposible.
Pero no. Se lo pensó un poco, y...
¡para dentro!
Primer intento nulo, aquí ya di por hecho que se arrepentiría...
...y por si acaso, una gaviota sombría (Larus fuscus) también con aspecto famélico, le echó el ojo a la escena.
Segundo intento, realmente agónico.
Tardó un buen instante en preparar al pez para entrar directamente a la garganta.
Pero era imposible de todas todas.
Físicamente imposible, pero no lo soltaba.
Otra vez al suelo, y la gaviota empezaba a ver posibilidades reales.
Un último intento, pura cabezonería.
Mucha hambre, y mala herramienta, un pico experto en pescar pero poco útil para trocear o arrancar pedazos, a la inversa que la gaviota. No me quedé para seguir viendo el desarrollo de la historia, pero más tarde o más temprano (y sin que sirva de precedente), la gaviota desayunaría (mientras le dejasen sus compañeras, que ya la rondaban), y el cormorán grande se daría cuenta que hasta ellos tienen un límite, que ya es decir.
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