
Una especie interesantísima que lleva anidando todos los años a la vista de los gijoneses (y de los visitantes, por ejemplo una pareja francesa que venían de puente a Gijón, que los veía a mi lado prismáticos en mano y me decían que alucinaban que no hubiese más gente en la Campa viendo las maravillas que tenemos, y tienen razón), es el
cormorán moñudo (Phalacrocorax aristotelis).

Sencillamente un alegrón ver que la renqueante población gijonesa, al menos cuando yo pasé hace 2 semanas por la Campa, bullía de actividad, con nada menos que 4 nidos, y un montón de papás ocupados montando nidos y, como en la foto, recogiendo material. Como me decía Juan,
que de bichos de la Campa me da mil vueltas, estos cormoranes te montan un nido en un periquete, y así debió ser en este caso, porque de la nada, según me comentaba, mejor informado que yo, que ya los vi todos puestos, fueron apareciendo más nidos.
Como pasa cada año, al principio de la nidificación es muy difícil localizar los nidos en esta enormidad que es Cabo torres, pero en cuanto empiezan a salir los pollos el acúmulo de excrementos, el ruido y la frecuencia de las cebas hace indisimulable su presencia.
Me llamó la atención que en alguno de los nidos se estuviese aún incubando mientras en otros 2 había pollos, y al menos en uno, los pollos eran ya bien grandes.

Todo un éxito del que nos alegramos quienes de una manera u otra llevamos muchos años luchando a diferentes niveles tanto por esta especie como por la conservación del patrimonio natural gijonés, censando en condiciones penosas, no pocas veces enfrentándonos a cierta indiferencia de las autoridades y no digamos de quienes (afortunadamente son una molesta excepción) van a la Campa a pasear sus perros (afrontando una sanción administrativa), hacer botellón, dar voces como si fuesen niños, u otro tipo de actividades molestas y poco les importan las aves, no digamos los aficionados a la ornitología.

Evito intencionadamente cualquier referencia de la ubicación concreta de los nidos que oriente por sus referencias sobre la zona donde están, hay mucho chiflao y talibán por ahí entrando en los blogs a tocar las narices donde no se les quiere y sin invitación, y aunque afortunadamente la presencia continua, que desde aquí aplaudo, del SEPRONA, que está perfectamente informado de la importancia de estos nidos, y de la policía portuaria, a la que conozco personalmente, y desde aquí saludo, y que limita con éxito el acceso desde el puerto y por mar; y por supuesto, la inexpugnable mole del propio Cabo Torres, evitan que haya expolios o gamberradas peligrosas (además hay cámaras ocultas de vigilancia), pero bueno, por si acaso siempre es mejor ser prudente y enseñar lo justo: mostrar sin molestar.
Como vocal en Gijón de MAVEA, es para mí un orgullo personal y como grupo; y un agradecimiento por la confianza depositada, el disponer desde hace años de permiso oficial para observar y documentar en artículos y censos oficiales las aves que engalanan este espacio portuario y sus alrededores, y muestra de la seriedad de los que en ellos participamos cada año. Conozco a muy poca gente que voluntariamente quiera hacer daño a estas magníficas aves o a su entorno, pero involuntariamente, no todos se comportan igual, algunos por desconocimiento, otros por falta de experiencia, y por desgracia, unos pocos, muy pocos pero bien conocidos, por fastidiar.
Tan rodeados de potenciales molestias, parece que la construcción de la ampliación del puerto, al menos en este caso, claramente no parece haberles hecho abandonar esta localidad de cría, y me alegro infinitamente, y sobre todo es un alivio a la preocupación constante de cada año: ¿criarán esta temporada?
Bueno, vaya rollo. Próxima entrega, el resto de aves, 6 kilómetros de perímetro costero que bullen de pajarinos como en pocos sitios en el Norte.