Estoy alegre, mucho.
Salió un poco el Sol, y nos lanzamos a nuestra primera
aventura playera.
Y a un lugar exquisitamente bello, sinuoso, un telón que se
va abriendo… ¡y al final está el mar!
Estoy triste, mucho.
Llegamos al paraíso, pero no lo habitan seres dulces y
agradables. Ni siquiera están allí por la belleza del lugar, porque ni siquiera
saben lo bello que es, ni siquiera sospechan mi alegría, mi sorpresa, mi
tranquilidad en aquel espacio.
Estoy optimista, mucho.
Porque falta poco para estar de vacaciones, relajarnos un poco
y coger fuerzas para lo que nos viene después, que va a ser muy “gordo”. Porque
las cosas van saliendo, ya parece que la salud vuelve. Y aquí, en esta playa,
se respira limpio y luz.
Estoy esperando lo peor, mucho.
Porque 2 parejas jóvenes, a nuestro lado, repiten los peores
clichés de la juventud, se ponen el móvil con el volumen a tope, sin pedir
permiso a nadie, y se ponen a chillar los gritos de una música espantosa y
repetitiva, que simula ser moderna y solo resulta molesta. Y siempre es así,
nada es agradable, o tiene ritmo, o un mínimo de estilo, es feo y basta.
No se tiene paciencia, ni capacidad de vivir el momento, solamente vale lo rápido, lo estúpidamente inútil.
No se tiene paciencia, ni capacidad de vivir el momento, solamente vale lo rápido, lo estúpidamente inútil.
Estoy en buen momento, mucho.
Porque creo que estoy disfrutando del a vida, y sacándole
bastante jugo antes de palmarla, y tengo el cerebro en su sitio. Y al lado de
mis seres más queridos, y viéndolos correr entre risas por esta arena, vuelvo a
creer que todo tiene sentido.
Estoy disfrutando de días únicos, que son el presagio de una
vida gris.
Y sin saber por qué, 2 jóvenes descerebrados, con toda la
ralea de la bradipsiquia escrita en su mirada, su cara floja y sus ropas
imposibles, se sientan a un metro de nosotros, en una playa de 12 hectáreas, y
no se dan por aludidos por nuestras caras de haber invadido nuestro espacio
vital, haber destrozado el paisaje que teníamos delante, obligándonos a
marcharnos por no entender tanta locura, y tanta falta de sentido común, y
educación.
Y lo peor, tanta charla aburrida.
En fin…
La playa de la Güelga es una de las más guapas de Llanes. Sugestiva, con unas cuevas a sus lados en las que entras (¡en marea baja, claro!) arrastrándote bajo las losas de caliza, y de repente se abre una cueva en la que cabes de pie, y estás ahí a oscuras oyendo el mar detrás, y piensas que sería un buen, buenísimo lugar para convertirte en ceniza y abandonar tu forma física. Y todo así, y en un paisaje de lujo (próxima entrada), y rodeado de los trinos de los trigueros y el sonido de las gaviotas y el aire que se desliza por sus primarias (la siguiente entrada).
Se llega muy sencillo (está indicado) desde la carreterina
entre Jontoria y Villahormes, y solo hay que acertar con la marea, y
disfrutaréis como enanos.
Pero que esté solo para vosotros, y que no se os llene de extraños. En todos los sentidos.
Impresionantes las fotos de la playa....
ResponderEliminarNo la conozco ...pero con la "fauna" que dices se mueve por allí....
Saludos .
No suele suceder, las playas a las que voy suelen ser premeditadamente tranquilas, pero en este caso nos salió el tiro por la culata.
EliminarHabrá que inventar un aparato de ultrasonidos que espante y desactive los molestos, por lo menos los de música a todo volumen...
ResponderEliminarSaludos.
Si lo venden, yo compro.
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