


Estuvimos esperándola un buen rato, hasta que decidimos seguirla, porque nos quedaba muy lejana. Bien pensado.

Porque al otro lado fue el delirio cuando la vimos tumbada en el agua...
...y ¡no estaba sola! Había otra groenlandesa con ella.


Por desgracia, mucho más tímida.


Su compañera más joven, al contrario, era muy atrevida, y además perseguía a las demás gaviotas sin piedad.

Nos dio muchas pasadas por encima, y a alguno se le calentó el obturador de tanto darle al botón...

No era cosa de desperdiciar una oportunidad extraordinaria.

Como premio, se llevó la mitad de mi bocata, por una vez, la publicidad no engaña: el "Navidul" nunca falla...


No solo eran las groenlandesas las que se zampaban nuestro pan, había enormes gaviotas patiamarillas (Larus michahellis) por todas partes.

Con un porte de matonas terrible.

Burela es el principal puerto pesquero del Cantábrico, y se nota, no creo que aquí exista el hambre para estas gaviotas tan hermosas.

Pues nada, después apareció el inmenso gavión hiperbóreo que os contaba en la anterior entrada y que ya nos sumió en el nirvana gavioteril, y dimos la aventura por inmejorable, no antes de seguir a esta groenlandesa tan agradable a una playita cercana.


Volvimos en coche para Asturias todavía con estas maravillas en la retina, y nos quedó tiempo para zamparnos un cachopo en agradable compañía. Así merece la pena esta afición, sin duda.
Menuda colección te ha salido en este viaje, ya he apuntado fechas y sitios para cuando pueda; estupendas entradas Saludos
ResponderEliminarMerece la pena un viajecito así, aunque para otra vez igual casi dividirlo en 2 días, porque fue un palizón.
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