Después de una semana cargada de trabajo frustrante, jefes inexcrutables y vida moderna castrante, es una delicia amanecer en la Punta La Vaca y ponerte a contar aves marinas.
A veces es un poco lento todo, y pasan minutos entre ave y ave, pero yo casi lo agradezco, es un descanso estar tranquilamente, sin voces, con unas vistas preciosas, y al aire libre (bueno, a veces demasiado al aire jeje).
Y amanece, que no es poco, tal y como está la cosa, no es una frase hecha, es un gran alivio.
En un tiempo lleno de instantaneidades y grandes explosiones de imágenes a toda velocidad, una salida del Sol en formato panorámico es algo que no todo el Mundo conoce y doy fe de las capacidades terapéuticas de algo así.
Muchos ciudadanos alienados, todo fachada, huecos, sin una vida verdadera, estamos rodeados de zombis sin corazón y es algo que avanza vayas donde vayas.
Creo que no es algo irreversible, y que puede ser algo tan simple como salir de casa y observar la naturaleza en su ritmo, y no en el nuestro, lo que al final salve a esta civilización.
Mientras tanto, yo sigo hablándole al amigo colirrojo tizón (Phoenichurus ochruros), y feliz de haberle enseñado su canto, tan particular, al amigo David, que no se cansa de escucharme, y eso es un regalo del cielo hoy en día.
Sin embargo, si alguien me viese hablarle a la berza marítima (Brassica oleracea sylvestris), seguramente pensaría que estoy como para encerrar.
Vulnerable, la berza y todos nosotros.
Como diría Nacho vegas, "Vd. morirá algún día", buena reflexión para levantarse cada mañana...y ver amanecer un día más.
Es el mejor momento del día, y La Vaca el sitio perfecto para ver amanecer.
ResponderEliminarEs un gran sitio, un gran tótem para los de los prismáticos al cuello.
EliminarGuapa entrada, momento y fotografías. Un saludo
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