Yo la aborrezco, no me permite salir de casa, y aunque antes la sobrellevaba, ahora con críos en casa, me mata, porque no sabemos dónde meternos.
Asturias es lluviosa, y la manida frase de que sin lluvia no estaría verde, es cierta, pero menuda racha llevamos, yo echo de menos un par de semanas de Sol, se pondría todo esplendoroso.
Ahora mismo, con las fotos que os pongo de este viernes, vuelven a mi memoria imágenes de hace 30 años, cuando el parque fluvial del Piles, antes la Coría, se inundaba periódicamente, esto hacía años que no sucedía.
Todos sabíamos de aquella que cuando llovía mucho, el río recuperaba parte de su poder y arrancaba la fértil tierra de los praos para depositarla en forma de sedimentos en las fincas.
Fijáos qué espesor de tierra tiene la orilla: oro puro.
Los ríos están vivos, y con su erosión modifican el paisaje, es lo natural, es un proceso sencillo: arrancan terreno de un lado, y al lado contrario al seno del río, depositan los materiales más pesados, y así, en este río vemos, en las curvas, un lado "comido" por el río, y en el lado contrario un canchal de cantos rodados.
Yo pasé la infancia jugando aquí, con los chavales del Coto de San Nicolás, cuando no era extraño (hoy avisarían al 112) que una docena de críos, sin adulto alguno alrededor, utilizásemos este espacio periurbano para jugar y demostrar nuestras habilidades.
Bajar estas pendientes de tierra suelta era muy divertido, más cuando el ganado también lo hacía, parecía el Serengeti, pero sin cocodrilos. Y al otro lado, podíamos pasarnos horas afinando la puntería con los cantos rodados.
Antes de que llegase la gente "bien" a las veredas de estas alisedas inundables, y apareciese el barrio de Viesques, todo el mundo sabía que el río cambiaba de forma con los temporales.
Así, los 2 puentes que yo conocí de crío acabaron los 2 por derrumbarse, y me tomareis por mentiroso, pero para cruzar al otro lado y evitar un rodeo de muchos minutos, la chavalería sabía cuáles eran los alisos más inclinados, trepábamos, y saltábamos: parece mentira, cómo hemos cambiado.
Estos alisos ya eran maduros cuando yo era crío por los 70 y 80s, y no son árboles, por razones obvias por su hábitat, longevos, por lo que es natural que el río los tumbe. Lo que no es natural, y es un poco ridículo, es que se haya trazado un sendero paralelo al río, ya que en poco tiempo, se lo va a comer, es lógico, pero seguro que los vecinos protestarán, y pedirán el encauzamiento. Es lo que pasa cuando la gente, como los alisos, no tiene raíces profundas, no conocen dónde viven. Lástima.
Lo de las golondrinas (Hirundo rustica) viene a cuento de haberme pasado por encima el 1er tren de ellas que veo entrar esta primavera. Fueron varias decenas, y me alegraron el paseo, con su vuelo y con su trino característico.
Dan más lluvia para los próximos 15 días, va a ponerse la cosa interesante para los que nos gustan las manifestaciones extremas del clima. veremos.
Si te sirve de consuelo, en el sur están igual que aquí. Ahora luce el sol. a ver si dura. Un saludo
ResponderEliminarNo es mucho consuelo, pero nunca llovió que no escampara.
EliminarEsta mañana amaneció un día precioso con sol y calorín......era un espejismo ...¡¡Ya llueve otra vez!!..Grrrrrr...
ResponderEliminarSí, yo disfruté de media hora de Sol y solo me faltaba chillar de alegría.
EliminarHoy que amanecía con un cielo azul, como hace tiempo no lo hacía, tengo agua hasta en las articulaciones; voy a necesitar 3 en uno. Saludos
ResponderEliminarDímelo a mí, que salí del coche con Sol, llegué al faro de la Campa Torres, y cuando volví al coche tenía la mojadura del año. ¡Qué desastre! Y pa seguir...
EliminarA mi me pilló en Xagó, pero al lado del coche ya,de vuelta, je, je..no me mojé..
ResponderEliminarPor lo que veo, de niños estabais tan salvajes como los que vivíamos en Roces. Pero las piedras las dirigíamos a los de Pumarín, en terreno intermedio. El Coto nos quedaba más lejos. Buenos tiempos.
Suerte que tuviste, yo parecía un perru moyau.
EliminarSí, eran otras infancias diferentes a las actuales. No tirábamos piedras a los de los barrios vecinos, dirigíamos nuestra malicia a esquivar a los perros que guardaban las fincas, y robar los nisos y los piescos. Qué inocencia, visto desde la óptica actual.