domingo, 13 de octubre de 2019

Unas horas por tarragona ciudad.

Tenía muchas ganas de pasear por la ciudad de Tarragona, atraído por las reseñas de su espléndida catedral y sobre todo por mi gusto por las ciudades romanas, y, como capital de la Tarraconensis, estaba seguro que iba a encontrar mucho aquí, y así fue.
Aparcamos en la Rambla Nova, y acabamos frente al mirador del Mediterráneo.






Desde aquí hay una vista plena sobre la principal playa de la ciudad, la platja del Miracle.
Retrocediendo hacia el casco antiguo, bueno más bien antiquísimo, empezamos por visitar el Pretorio, un museo excelente donde conocer el trasfondo romano de la ciudad.

desde aquí se enlaza con los túneles que llevan al antiguo Circo Romano, una experiencia única todo este paseo.














Las vistas desde la azotea son espectaculares.













El siguiente destino, que ya aparece en la anterior panorámica, es la Catedral de Santa Tecla de Tarragona, una catedral muy interesante y sobre todo muy diferente, empezando por la portada, gótica, talmente parece francesa, del S XIII.








Las numerosas capillas y el cimborrio tienen un aspecto exterior que da una sensación muy diferente a la que traemos en su puerta principal, parece otro templo distinto, y es que el interior, aunque son solo 3 naves, es tan variado como deslumbrante.














El altísimo cimborrio, gótico, deja pasar la luz suficiente para crear una atmósfera de paz y espiritualidad, es una catedral que invita a pasearla largamente.






Los vitrales, de distintas épocas, pero fundamentalmente góticos, otra maravilla.














Me llamó sobremanera la atención el órgano, de un tamaño colosal, del S. XVI, desconozco sus sonidos pero debe ser una gloria a tenor de su aspecto.
El coro adjunto, una delicia.










El altar en la capilla mayor, qué se puede decir, una joya del gótico catalán, del S. XV.














Por detrás, hay un interesante deambulatorio que permite acceder a una mezcla abigarrada que enlaza elementos paleocristianos y romanos con sepulturas de las antiguas dinastías catalanas del primer gótico.


Y las capillas, aunque muy distintas en cuanto a estilo, son a cada cual más hermosa, pugnando el gótico con el renacentista, en otras el barroco y el neoclásico ya hacen aparición, esta catedral recorre practicamente un milenio de arte escultórico.














Por si fuera poco, el claustro que ya es del S. XIII está bellamente ajardinado, y las vistas del propio templo son de las mejores.








Ya fuera, y sobradamente perplejos por tanto arte e historia condensados en un solo edificio, terminamos nuestro periplo en el Anfiteatro Romano, otra maravilla, con museo precioso, y con los añadidos de un interesantísimo trabajo de restauración que permiten ver in situ las diferentes etapas de construcción, abandono y reconstrucción de los diferentes usos que tuvo este edificio.



En resumen, no nos defraudó Tarragona.

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