
Aunque había leído mucho de las bondades del Delta del Ebro, sin duda el viaje que hicimos este año me abrió los ojos a la extraordinaria biodiversidad y paisaje que ostenta. La primera ruta que hice para comprobarlo fue por el Garxal, justo donde el Ebro desemboca.

Ya caminando desde el chalet donde nos alojábamos, fui encontrándome aves interesantes, como las
abubillas (Upupa epops).

O la
cogujada común (Galerida cristata).

Las
golondrinas comunes (Hirundo rustica), como en todo el Delta, por centenares.

Ya llegando al gran río, nos encontramos el Port de Deltebre. Saliendo el Sol, el Ebro presentaba un aspecto magnífico.

En el puerto me hinché a ver
gaviotas de Audouin (Larus audouini). Aunque las había visto en mis diferentes ocasiones de visita al Mediterráneo, su abundancia en el Delta me sorprendió mucho.
Esperaban pacientemente la labor de descarte de los pescadores.

Pude leer unas cuantas anillas, todas con el mismo esquema autóctono del Delta.
A partir de aquí el camino toma un rumbo norte paralelo al río Ebro.

La Isla de Buda, frente a nosotros.
Un solitario
pájaro moscón (Remiz pendulinus) en los cañaverales de la orilla.

Cuando el camino se acaba, es que estamos frente al mirador del Zigurat.
El nombre está claro de donde le viene.
Desde aquí la vista es perfecta para ver dónde se acaba el río. Por desgracia, cada año termina antes, ya que tristemente el Ebro está en regresión.

Y ya tenemos propiamente el Garxal a nuestra izquierda. Llenito de garzas, por ejemplo
garzas imperiales (Ardea purpurea)...
...
garzas reales (Ardea cinerea)...
...
avetorillos comunes (Ixobrychus minutus)...

...
martinetes (Nycticorax nycticorax)...
...o
garcillas cangrejeras (Ardeola ralloides).

Aunque el lugar en sí es un hervidero de aves, la verdad es que los observatorios, que son muy bonitos, están bastante alejados de "la acción", con lo que queda una sensación agridulce de estar viendo miles de aves...muy lejos.
Sin duda la estrella del lugar es el
flamenco común (Phoenicopterus roseus), que ya desde el Zigurat se veía cruzar el lugar.

Abundantes, muy activos, y nada tímidos.

Pude verlos en mucha mayor abundancia en otras aventuras posteriores por el Delta, pero sin duda fueron el colofón del día.

De otras aves, el checklist sería muy amplio, pero destacar por ejemplo los
moritos (Plegadis falcinellus)...

...los
patos colorados (Netta rufina)...
...las
fochas comunes (Fulica atra)...

...el
charrán patinegro (Thalasseus sandvicensis)...

...y ¡sorpresa! un ejemplar de
cisne vulgar (Cygnus olor).

Desde los observatorios ya caminamos hacia la playa de Riumar.

La vegetación, rala, en esta zona ya próxima a la arena, por ejemplo, el
nardo marítimo (Pancratium maritimum).

De mariposas, curiosamente, poquísima cantidad y variedad, aunque lo compense la presencia de la hermosísima
mariposa tigre (Danaus chryssipus).

Pocos reptiles por el camino, ejemplificados por esta hembra de
lagartija colilarga (Psammodramus algirus).

De odonatos, y fue una constante en todo el viaje, miles y miles de libélulas, pero de muy pocas especies. Sin duda, la más abundante (miles cada día), la
Sympetrum fonscolombii.

El caballito del diablo
Ischnura elegans, también abundante.

La libélula
Crocothemis erythraea, algunos ejemplares sueltos.
Y un par de
Orthetrum cancellatum.

Ya terminada la excursión, buen momento para tomarse un refresco desde el mirador de la playa de Riumar, un par de kilómetros de arena, playa tranquila y que da servicio a la pequeña urbanización del mismo nombre, igual de tranquila que la playa.