Además del olor a humo, de la ceniza lloviéndote encima, y del miedo a que se desmadre el fuego y te queme la casa con todos dentro, el espectáculo es desolador.
Del poco sentido que tiene todo esto solo hay que explicar que el terreno quemado hace años que no tiene uso ganadero, y además por dos veces, si no es por la intervención de los bomberos, hubiese quemado un bosque precioso que sí tiene un uso turístico evidente, por ser parte de una ruta señalizada a un mirador y a una torre.
El fuego, en su día, era una arma del ganadero para crear pastos. Tiene un pase, aunque hoy en día no tenga ninguna lógica. Pero hoy en día es más un modo de quejarse del lento pero inexorable deterioro de las zonas rurales. Si la salida hacia el futuro es quemar los paisajes que van a dar de comer a hijos y nietos (porque de eso va el futuro rural en Asturias), no veo clara la utilidad.
Cada vez se quema más cerca de las casas, y un día va a haber una desgracia que todos lamentaremos.
Además, se obliga a un dispendio de dinero público extraordinario obligando a actuar simultaneamente a los bomberos en muchos puntos de Asturias a la vez.
Los únicos beneficiados, los busardos ratoneros (Buteo buteo), que se ponen las botas con los pequeños animales que se tuestan en el fuego. Lo dicho, todo muy triste y muy feo.
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