lunes, 20 de noviembre de 2017

Veneno en el monte

No me refiero al veneno que dejan los desalmados que envenenan a la fauna, si no  a la gran cantidad de plantas asturianas que producen frutos otoñales tóxicos. Por ejemplo, uno de los más conocidos es el por lo demás precioso bonetero (Euonymus europaeus).










Es importante enseñar a los chiquillos que plantas son buenas comestibles, pero también las que son más problemáticas. Por ejemplo, de estos zarcillos de nueza blanca (Bryonia dioica) cuelgan frutos suficientes para dar un buen disgusto a un niño pequeño si se los come. Ojo, las hojas de alrededor no son de esta planta, si no de la hiedra.











Otra muy venenosa es la fruta de la dulcamara (Solanum dulcamara), una solanácea que por su nombre vulgar de tomatillos del diablo ya sabemos por dónde van los tiros.














Al hipérico (Hypericum androsaeum), al contrario, se le atribuían un sin fin de propiedades medicinales que hoy en día apenas se usan, ya que sus frutos también son bastante tóxicos.









El rusco (Ruscus aculaeatum), además de usarse sus filocladios y frutos en floristería,  sí que tiene propiedades para mejorar la circulación con los rutósidos que contiene, pero tomados en crudo, causan intoxicación grave.










Termino con una flor de otoño, el azafrán silvestre (Crocus nudifolium), que no es comestible, lo que se nota en los praos donde pastan las vacas, que evitan y no comen esta guapa flor que nos alegra el otoño. No hay que confundirla con el azafrán cultivado, que es otra especie distinta.

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