Una de las cosas que hace años que me apetecía hacer en mis estancias en Andalucía era cruzar el Estrecho de Gibraltar y buscar cetáceos, y si aparecían, aves marinas.
Este año, por fin, pude hacerlo, y acompañado de mis grumetes Pablo, Ana y Miguel pasamos una mañana extraordinaria en el Estrecho, navegando muy cerca de Marruecos.
Teníamos la posibilidad de ir a buscar a las orcas cerca de la almadraba, pero esto significaba muchas horas de mar, y no tenía intención de arriesgar la salud de mis acompañantes en el caso de que hubiese mala mar.
Así que finalmente estuvimos cerca de 3 horas cruzando hasta bordear la costa marroquí, y aunque nos perdimos las orcas, mereció la pena.
Salimos desde Tarifa, donde hay varias empresas dedicadas a los cetáceos, yo escogí la única que faena con barcos sin motor, propulsados con chorro de agua (sin hélices), y no me arrepentí, porque enseguida vimos que los demás barcos molestaban a los cetáceos más que el nuestro.
El castillo de Guzmán el Bueno nos da una idea de la importancia estratégica que tuvo Tarifa desde hace 3.000 años, con continuas escaramuzas a su alrededor.
Separándonos de la costa podemos ver las amenazadísimas por el turismo y las inmobiliarias, y en algunos casos ya difuntas, playas de este tramo costero, como la antes virgen playa de Bolonia y su famosa duna.
Delante, la isla de Tarifa con su faro, unida por carretera, el punto más al Sur de Europa continental, a escasos 12 kilómetros de África.
A su derecha, estamos en el Atlántico, a su izquierda, en el Mediterráneo, un punto único.
Muchas gaviotas patiamarillas mediterráneas (Larus michahellis michahellis) en el puerto, pensé que sería el presagio de un montón de aves pelágicas cruzando el estrecho...
...pero no fue así, aparte de algún cormorán moñudo (Phalacrocorax aristotelis), lo único que vi fue algo menos de una docena de pardelas cenicientas (Calonectris diomedea).
Pasaron relativamente lejos, y solo pude fotografiar a 3, y todas, creo, que se podrían integrar en la subespecie atlántica (borealis). Si no estáis de acuerdo, me lo comentáis, porque no controlo mucho este tema.
La 1ª hora de navegación pasó tranquila, con el mar en calma, y ningún atisbo de cetáceos, pero en cuanto cambiamos el rumbo hacia la costa de Marruecos, empezaron a aparecer buenos grupos familiares de los inconfundibles calderones comunes (Globicephala melas).
Eran mis primeros cetáceos vistos en libertad, tan de cerca, y un sueño hecho realidad.Inconfundibles por el color, tamaño (son grandes, al estar tan cerca te das cuenta de su volumen real), la forma redondeada de la cabeza, y las aletas dorsales "romas".
Van en grupos familiares. Al fondo, la pesquería de la almadraba, a la que acuden las orcas a saquear con mucha inteligencia las capturas de atún rojo.
En Cádiz se llama espartes a las orcas, y el cabo más al Norte de África, el cabo Espartel, se llama así precisamente por la abundancia de orcas que entran al Estrecho de Gibraltar, persiguiendo a los atunes, entre julio y agosto.
Al poco rato, empezaron a seguir al barco, durante muchos minutos, los delfines listados (Stenella coeruleoalba), que surcaban el agua a gran velocidad, deleitándonos con saltos y juegos.
Estos delfines, de tamaño medio, tienen el hocico no tan largo como el delfín mular, y un patrón de líneas grises en el dorso que lo diferencian también del delfín común.
Nos acompañaron un buen rato, y los niños que estaban en la parte sumergida del catamarán pudieron disfrutar de un espectáculo único, porque el fondo era de cristal, y podían ver las andanzas submarinas de estos delfines.
Tristemente, la mayoría de los ejemplares presentaban serios corte e incluso amputaciones en las aletas, fruto de los encontronazos con las hélices. ¡Qué desastre!
Dejamos de tener a los delfines saltando al poco rato, cuando tanto el barco como los delfines pararon en seco, por una aparición que nos dejó a todos con la boca abierta: el encuentro con el Leviatán del mar, el cachalote, un encuentro tan cercano que aún me parece increíble. Pero eso para la próxima entrada, que estoy muerto de sueño.
Pues deseando que pongas esa entrada, porque esta me ha encantado. Al fondo de la segunda foto me parece reconocer la duna de Bolonia ¿es?. Un saludo.
ResponderEliminarEn un par de días cachalotearemos.
EliminarSí, es la preciosa duna de Bolonia, qué recuerdos me trae...
No sé como los bichos no nos huyen como si fuésemos la peste. Hermosa experiencia Saludos
ResponderEliminarHuyen, huyen, pero "casualmente" no del lado marroquí, da mucho que pensar que haya que acercarse a la orilla africana para encontrar cetáceos...
EliminarQue guapos!!!una maravilla los cetaceos...venga ,venga...que queremos ver el cachalote....
ResponderEliminarSalud !!
Son más que maravillosos, parecen de mentira.
EliminarNo te preocupes, que os vais a fartar de cachalote...
Apetece acariciarles el lomo...
ResponderEliminarSaludos.
Tienen todos un tamaño impactante, y un poder físico evidente, echarles mano al lomo , en directo, yo me lo pensé, y no soy asustadizo pero como que no...
EliminarVaya horas para contar historias, a lo mejor tienes pluriempleo en esas cadenas de radio para noctámbulos. Me imagino como serán las historias que cuentes a Pablo para que se duerma feliz y risueño. Esa duna de Bolonia es una pasada y la playa que hay quien quiere cargarse al lado de Tarifa recuerdo que estaba maravillosa. Yo me quedé con ganas de coger algún barco un 1 de septiembre hace dos años y es uno de los pocos motivos que me ayudarían a volver a sufrir los calores sureños algún día por agosto o septiembre.
ResponderEliminarAprovechando los 2 últimos días sin tener que madrugar para trabajar.
EliminarLa duna de Bolonia era más pasada cuando no había cientos de turistas en ella, la playa de al lado, Valdevaqueros, es preciosa, pero está sentenciada, últimamente con la moda del kite-surf es insufrible si solo quieres pasear, mucho mejor la playa de los Lances.
Mereció la pena, David, "la caló" con una cervecita helada se pasa...