Pues seguimos la serie con los correlimos tridáctilos (Calidris alba).
Estos bichitos son todo un reto para el
fotógrafo, ya que, aunque se dejan acercar muchísimo, tienen la mala costumbre
de no parar un segundo, moviéndose al ritmo de la marea, por el borde del agua,
y además cuando se juntan varios, aumentan la actividad a un ritmo frenético,
así que hay tirarles a ráfaga, con el enfoque continuo, y a velocidades de
obturación no siempre asequibles, así que les saqué unas (sí) 700 fotos, de las
cuales las únicas de las que no avergonzarse son las que aparecen en esta
entrada.
Lo 1º que llama la atención, como en casi
todos los pasos de primavera, es lo dispar del plumaje: no hay uno igual al
otro.
Podemos decir (en general), que ni presentan
el plumaje inmaculado del invierno, ni el colorido y parcialmente rojo del
verano, fluctuando entre estos 2 extremos.
Este ejemplar se parecería al plumaje aún no
mudado del invierno.
Y a este otro le falta poco (pero le falta)
para tener consolidado el plumaje nupcial.
En teoría, todos deberían llegar a sus zonas
de reproducción ya mudados. En teoría para mí, porque nunca he tenido el gusto
de verlos tan al Norte como se reproducen estas aves. Creo que no soy el único,
porque crían no en el Norte, sino en el “Gran Norte”, en plena tundra ártica, más en Asia que en Europa.
Así que teniendo en cuenta que el invierno lo
pasan mayoritariamente en zonas tropicales deberíamos reverenciar a esta ave tan resistente, tiene mérito el viajecito.
Pues nada, dejémoslos descansar mientras hacen
escala en Asturias, necesitan recuperar fuerzas.
Nos vemos en otoño, tridáctilos.
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