Pues ahí está el zorzal, en este caso un zorzal
alirrojo (Turdus iliacus), escondido, en la sombra, hay que buscarlos con lupa.
Y es que este invierno extraño, con el anticiclón perpetuo,
sin lluvias ni apenas frío, nos muestra
el valor que tienen las aves como indicadores bioclimáticos.
Los censos, cuando se hacen en una serie larga de años,
demuestran también ser un instrumento que objetiva, con cifras y fechas, lo que
el sentido común y la observación han mostrado en primera instancia.
En este caso, las fluctuaciones del clima, en mi área de
campeo, la campiña gijonesa, hacen que en años fríos (inviernos normales)
aumenten las cifras de aves, y, en concreto, determinadas especies claves,
abunden.
Sin embargo, en años anómalos como este, de inviernos más
bien “otoñales”, hay especies que disminuyen mucho, y otras ni siquiera
aparecen.
Siguiendo el hilo del zorzal alirrojo, la gráfica indica lo
que está pasando hasta ahora este invierno, referido a mi zona de censo. Faltan
años para poder tirar una línea que indique una tendencia clara, pero sí que se
pueden sacar algunas conclusiones sencillas, como que este año no hay
demasiados zorzales alirrojos, mientras que el censo del año pasado, que
coincidió con los días más fríos del año en Gijón, sí que se les encontraba con
mayor frecuencia.
Y siempre hay casos aún más fáciles de extrapolar. Así, las avefrías
(Vanellus vanellus), que como su nombre indica son un fácil recurso a
la hora de ver cómo varía el clima de un año a otro.
Como veis, la gráfica “canta”. Este año, no fui capaz de ver
ni una por aquí los 2 días de censo, en diciembre y en enero.
Lo difícil es cuando hablamos de especies abundantes en
cualquier situación y que no presentan una fluctuación tan clara. Por poner
algún caso, el ánade azulón (Anas platyrynchos). Sería muy
aventurado sacar conclusiones de los datos anuales, ya que no son claros, no
cambian drásticamente de temporada en temporada, y se mezclan otros factores,
como la abundancia de zonas húmedas (nivel de lluvias), o incluso la creación
de áreas seguras de descanso.
Aunque utilizando aves abundantes y comunes, también, como
en esta ocasión con los mirlos comunes (Turdus merula) vemos
que también, aparentemente, les ha afectado el invierno descafeinado que padecemos, quizás con un menor número de migrantes desde el Norte.
Así que hacen falta estudios, muchos números, y muchas horas
de campeo, para, en un 1er momento, identificar las especies presentes. Os
invito a apuntaros a los programas que existen de censos, en Asturias hay mucho
que andar en este terreno. Siempre es enriquecedor hacer los mismos recorridos,
año tras año, y hacerse una imagen de cómo varían las aves de tu localidad.
Y después, las conclusiones, la ciencia de verdad, se la
dejaremos a los que entienden de esto, con más alcance que los pequeños y más o
menos cutres estudios que uno pueda hacer en su casa.
Los científicos, con la cantidad adecuada de datos, pueden
hacer maravillas, pero sin una red de observadores, y unos protocolos
adecuados, no pueden hacer su trabajo.
Con mis datos anuales se puede hacer mucho más que lo que
aquí os pongo, ya que el censo se divide en 8 biotopos diferentes, en 2 fechas
anuales, en 8 tramos, así que cualquier paquete estadístico, aplicado a los
cientos de observadores que formamos parte de la red, extrae unas conclusiones
a gran escala que seguro que serán de lo más interesante.
Así que hay que ponerse a ello y echar una mano.
Me parece que este año pocos veremos, pero bueno ....... aún queda
ResponderEliminarComo no cambie el tiempo...y no parece...
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