viernes, 13 de enero de 2012

Zorzales: ni sombra de los que eran.




Pues ahí está el zorzal, en este caso un zorzal alirrojo (Turdus iliacus), escondido, en la sombra, hay que buscarlos con lupa.

Y es que este invierno extraño, con el anticiclón perpetuo, sin lluvias ni apenas frío,  nos muestra el valor que tienen las aves como indicadores bioclimáticos.




Los censos, cuando se hacen en una serie larga de años, demuestran también ser un instrumento que objetiva, con cifras y fechas, lo que el sentido común y la observación han mostrado en primera instancia.
En este caso, las fluctuaciones del clima, en mi área de campeo, la campiña gijonesa, hacen que en años fríos (inviernos normales) aumenten las cifras de aves, y, en concreto, determinadas especies claves, abunden.

Sin embargo, en años anómalos como este, de inviernos más bien “otoñales”, hay especies que disminuyen mucho, y otras ni siquiera aparecen.

Siguiendo el hilo del zorzal alirrojo, la gráfica indica lo que está pasando hasta ahora este invierno, referido a mi zona de censo. Faltan años para poder tirar una línea que indique una tendencia clara, pero sí que se pueden sacar algunas conclusiones sencillas, como que este año no hay demasiados zorzales alirrojos, mientras que el censo del año pasado, que coincidió con los días más fríos del año en Gijón, sí que se les encontraba con mayor frecuencia.

Y siempre hay casos aún más fáciles de extrapolar. Así, las avefrías (Vanellus vanellus), que como su nombre indica son un fácil recurso a la hora de ver cómo varía el clima de un año a otro.
Como veis, la gráfica “canta”. Este año, no fui capaz de ver ni una por aquí los 2 días de censo, en diciembre y en enero.

Lo difícil es cuando hablamos de especies abundantes en cualquier situación y que no presentan una fluctuación tan clara. Por poner algún caso, el ánade azulón (Anas platyrynchos). Sería muy aventurado sacar conclusiones de los datos anuales, ya que no son claros, no cambian drásticamente de temporada en temporada, y se mezclan otros factores, como la abundancia de zonas húmedas (nivel de lluvias), o incluso la creación de áreas seguras de descanso.

Aunque utilizando aves abundantes y comunes, también, como en esta ocasión con los mirlos comunes (Turdus merula) vemos que también, aparentemente, les ha afectado el invierno descafeinado que padecemos, quizás con un menor número de migrantes desde el Norte.

Así que hacen falta estudios, muchos números, y muchas horas de campeo, para, en un 1er momento, identificar las especies presentes. Os invito a apuntaros a los programas que existen de censos, en Asturias hay mucho que andar en este terreno. Siempre es enriquecedor hacer los mismos recorridos, año tras año, y hacerse una imagen de cómo varían las aves de tu localidad.

Y después, las conclusiones, la ciencia de verdad, se la dejaremos a los que entienden de esto, con más alcance que los pequeños y más o menos cutres estudios que uno pueda hacer en su casa.

Los científicos, con la cantidad adecuada de datos, pueden hacer maravillas, pero sin una red de observadores, y unos protocolos adecuados, no pueden hacer su trabajo.
Con mis datos anuales se puede hacer mucho más que lo que aquí os pongo, ya que el censo se divide en 8 biotopos diferentes, en 2 fechas anuales, en 8 tramos, así que cualquier paquete estadístico, aplicado a los cientos de observadores que formamos parte de la red, extrae unas conclusiones a gran escala que seguro que serán de lo más interesante.

Así que hay que ponerse a ello y echar una mano.

2 comentarios:

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