A los vuelos nerviosos de miles de aves, que crean un muro de sonido con sus alas, finalmente, tras la caída de una gran rama justo a nuestro lado que cedió por el peso de los estorninos, le sucede el vuelo final en el que todo el bando, al unísono, abandona el dormidero para repartirse por la campiña del concejo. En el vídeo vemos también a varias garcillas bueyeras (Bubulcus ibis) haciendo lo mismo, pero al ser "solo" 650 no son tan llamativas ni tan ruidosas. Un espectáculo que nadie debería perderse en invierno.
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