Cada día es más fácil toparse con faisanes comunes (Phasianus colchicus) en el entorno del Cabu Peñes.
Casi en cualquier lugar se oye su voz, aunque es más complicado verlos bien, siendo los encuentros casi siempre breves, saliendo de su escondite con estrépito y escondiéndose rápido entre la vegetación.
A los machos es imposible no verlos a centenares de metros con este plumaje.
Como especie cinegética más o menos asilvestrada procedente de sueltas, es cuestionable que la consideremos una ave salvaje. Desde luego hay ejemplares que conservan su instinto y huyen en cuanto ven peligro, pero hay otros que muy probablemente sean presa fácil de cazadores, de los de escopeta y de los de pelo rojo y cola larga.
Hace unas semanas, en Coneo, desprovisto el terreno de vegetación, y con el maizón recién plantado, era fácil seguirles el rastro mientras buscaban semillas. A este ejemplar hembra, su camuflaje no le servía de nada.
Dan un toque de color al paisaje, y buenos sustos cuando casi los pisas y salen en tromba, pero personalmente no me gusta mucho soltar especies de granja para ser cazadas. Los ejemplares que sobrevivan si consiguen reproducirse crean poblaciones muy lejos de sus lugares de origen que no tienen ningún sentido ni beneficio para el ecosistema.
A escasos 10 metros de donde estaban los faisanes, mucho más discretos y conservando energía y camuflaje, un grupo de limícolas de paso se escondían entre la hierba.
Solamente después de un buen rato pude descubrir a un grupín de chorlitejos grandes (Charadrius hiaticula) y correlimos comunes (Calidris alpina), camino del Norte.
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