
A pesar de haber madrugado y llegar de los primeros, hay mucha gente, muchos locales para turistas, olor a letrina en muchos sitios, y baratijas ala venta por todas partes, lo que me hubiese echado para atrás el 99% de las veces. Pero a pesar de estas cosas que no me gustan nada, el paisaje desde el Cabo Fisterra es tan impactante que estas cosas te molestan mucho menos, y personalmente logré abstraerme a la inevitable llegada de autobuses y pude disfrutar de la sensación, obvia, de estar en un punto, por muchas razones, importante.

Vimos el mismo Cabo Fisterra durante una semana, es un promontorio absoluto para muchas decenas de kilómetros ala redonda, y nunca lo vimos igual, a veces con niebla, otras con viento que lo hacía aparecer y desaparecer en segundos del horizonte, otras llegaban las nubes y literalmente se tragaba el faro, desde luego es un paisaje constantemente cambiante, y en esa extraña forma de constancia,
me encantó.

El puerto, en extraña calma, a decir de sus habitantes, nos ofrecía una estampa idílica muy lejana a la que tiene que ser la habitual en estas aguas.
...o para la multitud de gaviotas patiamarillas cantábricas (Larus michahellis lusitanius) que criaban a muy baja altura, justo por encima de los tejados de las casas de 2 ó 3 pisos, máximo, aparentemente aquí no estorban las gaviotas, será de los pocos sitios donde anidan sin problemas en convivencia con los humanos, a los que ahora nos estorba todo.

Todavía con la sonrisa y el ánimo exaltados de tanto rincón curioso y memorable, nos fuimos a reposar la comida a la playa Langosteira, que resultó ser mucho mejor de lo esperado, tranquila, enorme, con unas aguas como un plato dominando la bahía, un paisaje de escándalo y una arena blanca preciosa. pero lo mejor estaba a la orilla, y es que había una capa de muchos metros de conchas en la arena, conchas de especies nobles, Haliotis, Aporrhais,Trivia, Chlamys, Gibbula magus, Callista, buf, docenas de especies en abundancias que yo nunca había visto, fue un despiporre que me recordaba a lo más parecido a una orgía malacológica que hubiese vivido hasta entonces...
Sin duda fue un día absolutamente feliz para toda la familia, de esos que se recuerdan en el lecho de muerte, de esos pocos en los que no solo todo sale bien, es que todo sale mejor. A la vuelta, parando en los miradores, una panorámica llena de lugares mágicos en todos los sentidos, la Playa Langosteira en el medio, y en los extremos, el Monte Pindo y el Cabo Fisterra, una geografía para recordar siempre.