Al siguiente día, por la mañana, visitamos con una empresa privada parte del subsuelo de Berlín, museizado como recordatorio de lo mal que lo pasó la población berlinesa durante la IIGM, y una buena explicación de cómo llegó ese horror. Muy recomendable la visita.
Durante la tarde, recorrimos el superturístico Checkpoint Charlie.
Una barbaridad de turistas haciendo fotos por todas las esquinas, y todos los negocios de comida rápida que se le puedan imaginar a uno: todo junto para dejar constancia de quién ganó la Guerra Fría: como metáfora, este lugar no tiene precio.
Por desgracia, actualmente, toda esta farándula de vendedores de piedras del Muro de Berlín y camisetas y chapas del Ejército Rojo hace que se pierda perspectiva sobre lo triste que fue tanto la construcción del Muro como las décadas posteriores, las atrocidades hechas en nombre de la la lucha del capitalismo y el comunismo (por ambos bandos), y lo poco que recuerda el público en general, y los jóvenes en particular de aquellos años.
Me temo que mucha gente no diferencia entre hacerse una foto en los pocos restos del Muro o hacérsela frente a cualquier otro monumento berlinés. Lástima.
Todavía nos dio tiempo a visitar el East Side Gallery y sus famosos y colistas graffitis, y al día siguiente, antes de coger el avión, el encantador barrio viejo de Berlín alrededor de la Nikolaikirche y los alrededores de la Haus Schwarzenberg y sus tiendas.
En definitiva, un viaje muy bien aprovechado, aunque se nos quedó corto: Volveremos.
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