Nos fuimos en plan comando a pasar unos días por Berlín.
La tarea de ver esta inmensa ciudad en 6 días es imposible, ya que hay tanto que ver que hay que elegir lo que te apetece conocer, se necesitaría una vida entera para llegar a sentir lo mucho que tiene Berlín para ofrecer a los sentidos. A nosotros nos dio para poco, pero todo lo que vimos mereció la pena.
Empezamos por bajar desde Bornholmer Str. hacia la Isla de los Museos, pasando antes por el precioso barrio de Prenzlauer. Aquí nos encontramos con la Sinagoga Rykestrasse, la mayor de Alemania, como se puede imaginar durante el nazismo prácticamente la destruyeron, pero los tiempos han cambiado y ahora luce espléndida.
Las medidas de seguridad impresionan, no entramos, y por las opiniones de otros viajeros, no merece la pena la visita turística del interior.
Ya en la Isla de los Museos, una gozada llegar al río Spree y ver delante la entrada a la Isla.
La fachada del Bodemuseum, no llegamos a entrar, nos queda para otra ocasión, mucho arte dentro y mucho arte fuera.
Donde si entramos, ¡qué maravilla! fue al Pergamonmuseum, aunque por desgracia la fachada que le da nombre al museo estaba en obras y fue imposible conocerla.
Aunque la verdad es que incluso sin visitar el altar de Pergamon quedamos maravillados, pasando por alto que se llevaron maravillas piedra a piedra desde lugares tan lejanos, la reconstrucción ex situ de estas glorias de la historia y de la arquitectura no deja indiferente a nadie. La puerta de Isthar te deja boquiabierto, desde el siglo VI a.C., tiempos de Nabucodonosor II hasta ahora ha pasado mucho tiempo, pero la reconstrucción está tan bien hecha que sientes el esplendor original de la fachada, aunque sea un simple retazo del enorme complejo de Babilonia.
La decoración, los azulejos, las simetrías, el azul lapislazulí...
La contemplación de todos los objetos y estatuas dan para estar un día entero, pero había prisa y el ojo se acomodaba como podía a tanta maravilla, cada una de las piezas expuestas daba para un museo por sí mismo.
Personalmente fue la parte que más me gustó, tengo inclinación hacia el arte del Antiguo Oriente próximo: Babilonia, Asiria, los Hititas...son nombre que resuenan en mi cabeza desde muy pequeño, y verlo todo allí junto me encantó.
La parte del museo dedicada a las Antigüedades Clásicas, bueno, no se queda atrás, la fachada del Mercado de Mileto, del II d.C., en época romana, es una maravilla, es otra enormidad, que, incluso para mi objetivo gran angular de 18 mm fue imposible sacar entero, de ahí las deformidades en la imagen que veis al editar la panorámica. Una maravilla, sin duda.
Terminamos en la planta alta, la correspondiente al Arte Islámico, otra gran exposición, desde el arte más moderno hasta la época de los Omeyas, interesantísimo, siempre me ha gustado el arte islámico, hay una peculiar opinión de que el arte del Islam es siempre igual, y quizás porque de pequeños nos metieron en la cabeza las "hazañas" de la reconquista, no se nos ha explicado que fueron varias y muy diferentes las civilizaciones y culturas que habitaron España durante 700 años, y representaron varios momentos álgidos del islam y sus influencias: de los sasánidas a los omeyas, almorávides y almohades, fatimíes, nazaríes...poco tienen que ver entre sí estas diferentes oleadas y lo que nos legaron en arte. Por desgracia hay tanto que conocer y muchos prejuicios que desmontar. En este museo se aprende perfectamente la gran diferencia entre estas culturas, y está todo dispuesto de manera que se van recorriendo salas y conociendo su evolución en el tiempo. Sin duda me quedo con la gran sala en la que se exhibe la fachada del Palacio de Mushatta, protoislámico, del siglo VII-VII d.C., omeya y por tanto rico en detalles bizantinos, maravilla pura.
Salimos de allí sin haber visto ni el 1% de lo que hay expuesto, la isla de los Museos da para estar una semana sin prisas, pero quedará para otra vida: el Altes, el Neue y el Alte Nationalgalerie.
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