En las zonas más antiguas, arriba del todo de los acantilados, se ven por aquí y por allí casas colgadas encima del mar, un desacierto absoluto, pero al menos un desacierto antiguo y popular, sin que haya mucho que decir, ya que en aquella época nadie velaba por un urbanismo ordenado, y así se han quedado las casa, al borde del mar.
En esta zona, alrededor de la cala de la Tía Antonia, cualquier urbanista, o geógrafo, sudaría su oficio intentando identificar cómo se las arreglaron para milimétricamente, ocupar la costa, unas veces en forma de chalets de quitar literalmente el hipo, otras en forma de viviendas muy pequeñitas y con usuarios de barrio, con chiquillos, nietos me imagino, de los primeros pobladores, disfrutando como enanos del placer de poder merendar al lado mismo de la playa.
Desde las terrazas sobre las bonitas y muy pobladas calitas Cuartel e Invencible, las vistas hacia Levante, al atardecer, bien merecen la sudada que uno pilla subiendo y bajando cuestas.
No deja uno de santiguarse pensando que hubiese podido pasar si las calas del Cabo de Gata, tan cercanas, se hubiesen dejado someter a este tipo de turismo en su día, o viceversa, la preciosidad de playas que habría aquí si se hubiese controlado un poco mejor la construcción, en fin, uno se hace viejo, y viendo a las familias felices en la playa, al lado de sus casas, y con un chiringuito bien surtido, habrá que pensar que qué se le va a hacer, salió así y con todo, el ambiente es agradable y el paisaje sigue siendo precioso.
Si seguimos el paseo hacia el Norte, tenemos el Castillo de terreros, penosamente transformado en chill out el día que lo visitamos, razón por la cual no aporto foto, era una especie de chiringuito gigante, sin embargo las vistas, ya sean hacia el Norte, con vistas hasta bien entrada la provincia de Murcia...
...o hacia el Sur, dominando la costa almeriense en muchos kilómetros, merece totalmente soportar un poco de música amplificada. Lo mismo: supongo que en temporada baja debe ser una auténtica maravilla.
Justo debajo del Castillo sale una ruta que bordea hacia el Norte la costa, por encima, como una solapa, de la larga y muy interesante playa de las palmeras, con una geología peculiar, unos fondos marinos preciosos y llenos de vida, y una arena que invita a despojarse al completo de la ropa y relajarse en silencio. Sin ser extraordinaria, sí que entraría en mi selecto club de las "playas deliciosas".
Siguiendo al Norte, a escasos kilómetros, en la frontera con Murcia, 4 calas preciosas, de las cuales visité la Carolina, y la de los Cocederos, o Cerrada. En teoría paisajes protegidos, tuvimos el privilegio de llegar casi los primeros y efectivamente, son calas divinas, llenas de acantilados de formas caprichosas y praderas de posidonias y grandes peces que se acercan hasta la misma orilla.
Pero de nuevo, al mediodía no quedaba un solo metro de playa sin ocupar, rugían las barbacoas portátiles, los equipos estéreo, y el olor a excrementos hacía poco apetecible la visita a las curiosas cuevas talladas en la orilla Norte. Una pena, porque son calas que merecen la pena una visita, pero en verano son impracticables para quienes buscamos la tranquilidad. No obstante recomiendo intensamente su visita en otros horarios, o en otras fechas, el lugar es de un atractivo tremendo..
Si volvemos al Sur, desde San Juan de Terreros, un inmenso playazo continuo, con diferentes nombres según la zona (Mar Serena, Mar Rabiosa, terreros, Calypso...), todas ellas caracterizadas por la masiva (que no agobiante) presencia de turismo agradablemente familiar, sin estridencias. Y por supuesto, hicimos una zambullida desde el icónico Pichirichi, un símbolo de esta costa, y un muy divertido trampolín.
Si tenemos en cuenta que se come bien y barato, que la gente de este pueblo es agradable y muy civilizada, y que aunque hay mucho turismo, es turismo añejo, muy radicado en casas de veraneo y no en fast-hotels de temporada, no puedo quejarme de haber escogido este lugar, además la variedad de playas, como se ve en este pequeño esbozo, hace que cada público, desde el que busca el aislamiento hasta el que le va la marcha, tengan todos su lugar.
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