Riucabo, entre los concejos de Cudillero y Valdés, hace frontera mediante el río del mismo nombre, que en verano, y con poca agua, desemboca directamente bajo la gran capa de cantos rodados que dejan los temporales en invierno.
Este gran arenal, que andará por el kilómetro de largo, suele estar vacío, por la prolongada bajada desde Ballota, sin ninguna dificultad pero larga para la mayoría de los turistas habituales.
Este aislamiento relativo le da todavía mayor aliciente a una sucesión de acantilados de vértigo, una rasa llena de vida y piscinas naturales deliciosas.
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