
A veces pienso que los pajareros estamos un poco locos, pero tambien es verdad que a veces la locura acude a nosotros volando.
Hace unas semanas, tras volver (bastante desilusionado por la escasez) de censar aves acuáticas por la ría de Avilés, me sucedió algo que si no se cuenta no se cree, y a ello voy.

Mientras estaba tomándome un café calentito en la cocina de mi casa gijonesa, oí a mi hijo llamarme a voces. Los que tenéis hijos adolescentes ya sabéis que te suelen llamar en ese tono unas 40 veces al día, así que no le presté demasiada importancia al asunto.
Cuando llegué un par de minutos después, me encontré a mi hijo mayor sacándole fotos en ráfaga como un poseso con su cámara a "algo" que estaba posado en el alféizar de su ventana, y a mi hija pequeña tirada en el suelo muerta de risa.

Al vivir dentro de un parque es frecuente que se posen en el exterior de nuestra ventana pajarillos, palomas, urracas y hasta alguna gaviota, ya que la orientación de la casa hace que con el Sol, la luz refleje en la ventana y desde fuera no se vea hacia dentro (como en los espejos trucados de los interrogatorios de las pelis policíacas).
Pero esta vez me quedé fuera en estado de shock cuando vi que lo que estaba a escasos centímetros de mis hijos era un búho, que al instante, con toda la sorpresa del mundo, identifiqué como un
búho chico (Asio otus).

Recapitulemos: un búho chico, a plena luz del día, un ave de bosque, nocturna, rara y además, tímida...la sensación de incredulidad era absoluta, no sabía ni qué decir.
Antes de que mi hijo quemase el obturador de su cámara, y con el miedo (como veis por sus excelentes fotos infundado) a que no pudiese inmortalizar este momento único, le arrebaté la réflex de las manos y le tiré unas pocas fotos, porque no es algo que sin pruebas la gente se crea fácilmente, de hecho al difundir entre los colegas alguna foto por whattsapp me decían medio en broma medio en serio que dejase de poner peluches en la ventana...

Efectivamente, talmente el Sr. Búho parecía de peluche, lucía un plumaje espléndido muy difícil de describir si no lo has visto a tan corta distancia, no digamos esos enormes ojos que parecían de cristal.
Pero no, solo había que mirar al afilado pico y a esas tremendas garras para darse cuenta que de peluche nada, teníamos frente a nosotros a una pequeña máquina de matar roedores.

Por desgracia la pareja de urracas residente en el parque, que eran las causantes con su asedio al búho de que en ningún momento relajase los simpáticos penachos de su cabeza, acabaron por espantarlo. Todavía estuvo como 1/4 de hora sobrevolando el parque, se posó en los abedules y en el tejado, y hasta en la ventana de la vecina, pero para cuando bajé a la calle para intentar sacarle unas fotos en un posadero más natural, ya se había ido definitivamente.
Por cierto, una gran sorpresa comprobar lo alargadas y estrechas que son las alas de este búho, que volaba con una elegancia indescriptible.

Pues nada, una experiencia única que pasa a formar parte del repertorio de anécdotas familiares, espero que le vaya bien a esta bellísima ave y que vuelva algún día a saludar a mis hijos.