martes, 29 de mayo de 2018

Llosa y Cuevona de Viango

Hace unas semanas nos pegamos una buena pateada para llegar a un lugar al que hacía años que quería poder conocer: la Llosa de Viango, en Llanes Y lo hicimos en el mejor momento.














Salimos desde el Alto de la Tornería, a medio camino de la carretera que llega al Mazucu. Ya sólo por este paisaje que se ve al comenzar a subir al Collau Rubiera merecía la pena el viaje.

Desde el collado ya era todo cuesta abajo, rodeando la cresta de La Pasada a media altura, siguiendo el inteligente camino que un vecino trazó con paciencia hasta los pastizales de la llosa de Viango. Aunque el camino está exento de peligro, es un rompepiernas, no se da un paso igual al anterior, y se hace realmente más largo de lo que es. Nosotros que íbamos con críos pequeños acabamos reventados por tener que trasportarlos a tramos en cuello, aunque lo dimos por bueno vista la belleza de la ruta.





El valle ciego al que vamos a penetrar tiene como remate suroeste la Peña Blanca, en pleno cordal principal del Cuera.









¿He dicho ya que el camino se hace más largo de lo que parece? Tal que así es el recorrido.














Vamos bajando hacia la Vega del Cubo, encontrándonos pequeños tramos de bosque.

















Caminamos ya todo recto hacia el oeste, con la Sierra del Cuera siempre a nuestra derecha. Afortunadamente, llevo un buen GPS con la ruta precargada, si no hubiese sido un suplicio, dadas las grandes posibilidades de perderse entre varias desviaciones de camino que van acercándose a las distintas cabañas. Hay que tener mucho ojo.









Poco a poco, ya se va viendo al fondo el Valle de Viango, aunque, afortunadamente, la propia llosa no se ve hasta entrar en ella. El factor sorpresa fue todo un shock.













Unas paradas vegetales de lo más reconfortante, íbamos cocidos y aguantando estoicamente, y multiplicada por cuatro, la cantinela infantil de ¿cuándo llegamos?













Y, finalmente, cuando ya no te lo esperas, porque el valle es cerrado, y el camino irregular te obliga a ir mirando al suelo...







...llegamos al inmenso prau de la Llosa de Viango, es de un tamaño colosal, y sorprendió a todos los presentes, algunos con 40 años de experiencia pateando monte por Asturias; hay pocas cosas iguales a ésta. Los críos, que iban reventados y desanimados, nada más ver el panorama revivieron y se dedicaron a explorar la salvajada de paisaje que se abría ante nuestros ojos.
La llosa de Viango es un enorme poljé, un valle ciego kárstico en el que se depositan los materiales que el agua va arrancando a las montañas calizas. esos rellenos se van desmoronando o cubriendo de agua, formando lagunas, dependiendo del nivel freático que haya por debajo. Dado que fuimos justo en época de deshielo, nos encontramos unas buenas lagunas, y varios sumideros bien visibles. Todo un espectáculo geológico que sólo acababa de empezar.












Llevaba media idea de dónde estaba el ponor, el gigantesco agujero que se abre en la ladera del Cuera y por el que se filtran los materiales, y, a modo de gigantesco tapón a veces "explota" por la presión de agua, llenando los alrededores de auténticas playas de arenas arrastradas por las corrientes subterráneas. Buscamos el sitio, y vaya si lo encontramos.
Ver una playa enmedio de una ladera arrasada fue todo un a impresión para todos, y al localizar la entrada a la cuevona...





...alucinamos.

















Por suerte, llevaba el frontal y pudimos introducirnos, con sumo cuidado, en especial por los chiquillos, en la boca de semejante maravilla geológica.











Entre derrubios y con una temperatura 10ºC inferior a la del exterior, el agua del deshielo formaba un sistema de cuevas y pasadizos que, ya sin niños, pudimos explorar los valientes del grupo.











Ni las fotos ni las vídeos expresan el estruendo, el frío, y la velocidad con la que caía el agua, un espectáculo para no olvidar.









Os pongo un cutrevídeo.











Toda una experiencia, ya en el exterior nos echamos en la hierba a disfrutar del panorama, la ladera del Turbina, cima del Cuera, y el bosque del Traviesu, un verdor que invitaba a subir, pero los 900 metros de desnivel no son nada recomendables, y el camino es inexistente, toda una trampa.


De vuelta al coche, muertos de cansancio pero todavía intentando asimilar los paisajes que habíamos visto, el Sol caía y el Cuera cambiaba de luz.
















Un último vistazo antes de cambiar de ladera en dirección al Mazucu. El Cuera, a día de hoy, a pesar de estar al lado de la zona de Asturias con un turismo más activo, sigue siendo un terreno quebrado y difícil, lo que hace que paisajes como este de la Llosa de Viango se mantenga libre de carreteras y demás zarandajas que lo destruirían, esperemos que siga así por muchas décadas.







No hay comentarios:

Publicar un comentario

Me encantan tus comentarios, y además los necesito, pero para evitar los ataques de orcos, trols y pesadiellos, me veo obligado a moderar. Si formas parte de la buena gente, tu comentario saldrá seguro.