martes, 30 de mayo de 2017

Unos días por Berlín: Restos.

Al siguiente día, por la mañana, visitamos con una empresa privada parte del subsuelo de Berlín, museizado como recordatorio de lo mal que lo pasó la población berlinesa durante la IIGM, y una buena explicación de cómo llegó ese horror. Muy recomendable la visita.

Durante la tarde, recorrimos el superturístico Checkpoint Charlie.
















Una barbaridad de turistas haciendo fotos por todas las esquinas, y todos los negocios de comida rápida que se le puedan imaginar a uno: todo junto para dejar constancia de quién ganó la Guerra Fría: como metáfora, este lugar no tiene precio.









Por desgracia, actualmente, toda esta farándula de vendedores de piedras del Muro de Berlín y camisetas y chapas del Ejército Rojo hace que se pierda perspectiva sobre lo triste que fue tanto la construcción del Muro como las décadas posteriores, las atrocidades hechas en nombre de la la lucha del capitalismo y el comunismo (por ambos bandos), y lo poco que recuerda el público en general, y los jóvenes en particular de aquellos años.
Me temo que mucha gente no diferencia entre hacerse una foto en los pocos restos del Muro o hacérsela frente a cualquier otro monumento berlinés. Lástima.













Todavía nos dio tiempo a visitar el East Side Gallery y sus famosos y colistas graffitis, y al día siguiente, antes de coger el avión, el encantador barrio viejo de Berlín alrededor de la Nikolaikirche y los alrededores de la Haus Schwarzenberg y sus tiendas.

En definitiva, un viaje muy bien aprovechado, aunque se nos quedó corto: Volveremos.

domingo, 28 de mayo de 2017

Unos días por Berlín: tercer día por la tarde.

La mañana la pasamos visitando el zoo de Berlín, que además de enorme, muy cuidado y con especies animales y sobre todo aviares que nunca pensé que conocería en esta vida, posee una arquitectura que hace que merezca la pena patear todos esos kilómetros de caminos aunque no hubiese animales. Pero es que los había, y ver tan de cerca takines, palomas de Nicóbar o arapaimas fue algo inolvidable.

Por la tarde, con mal tiempo y con un declive físico y mental acusado de varios de los del grupo familiar, nos acercamos a la Iglesia Gedächtniskirche (Iglesia del recuerdo).










Para los que penséis que la foto está trucada, no lo está. La iglesia, del S. XIX, quedó destruída en la IIGM, y se decidió dejarla como estaba como recordatorio del horror. Y funciona.
















Vista de cerca, impresiona ver cómo quedó la pobre edificación, y te haces una idea de la lluvia de fuego que sufrió Berlín al final de la guerra.


















Como constatamos en otros lugares de Berlín, el hecho de haber tenido que reconstruir muchas veces la ciudad, primero por la guerra francoprusiana, después por la IIGM, luego por la época comunista, y más tarde por la Reunificación Alemana, hizo que por suerte o por desgracia, hubiese mucha libertad para crear nuevos espacios urbanos. En este caso, alrededor de la Gedächtniskirche se edificó el conjunto de la Breitscheidplatz, un lugar que alimenta a los ojos como pocas veces he visto.

En un mismo lugar tenemos los inmensos edificios de oficinas y centros comerciales del Ku-Damm, la propia Gedächtniskirche, una iglesia ultramoderna, un campanario a juego con la iglesia y una fuente (la más extraña que haya visto en mi vida) que se conecta por subterráneo con las galerías comerciales. Es extraño cuando llegas, pero el conjunto me encantó.


La iglesia que sustituyó a la destruída y convertida en memorial-museo es la iglesia más chocante en la que he estado nunca, con un exterior muy soso (la llaman la bombonera o la caja de maquillaje los berlineses)...









...pero una vez dentro se llena todo de la espléndida luz azul de 22.000 cristales, el efecto sobrecoge, la sobriedad se acumula a las obras de arte que se muestran en el interior, restos de otras iglesias destruídas en Inglaterra y Rusia durante la IIGM y cuadros creados en los distintos campos de concentración y trincheras de la IIGM. (Foto de Johann H. Addicks en Wikimedia Commons).





La torre del campanario, que es del mismo estilo, y socarronamente la llaman el lápiz de labios los alemanes, estaba en nuestra visita cubierta por un andamio e plástico naranja que todavía hacía más excentrico pero atractivo el conjunto.









¿Podía mejorarse? Pues sí, tras una cena en un restaurante bávaro, nos acercamos y llegó el camión que iba a instalar los huevos de pascua tradicionales en la plaza. Lo dicho: Inmejorable.



miércoles, 24 de mayo de 2017

Unos días por Berlín: Segundo día por la tarde.

Desde el Reichstag nos movimos hacia la Potsdamer Platz, un espectacular lugar en el que parece mentira que se haya creado de la nada uno de los lugares más emblemáticos del Berlín de este momento.















Arrasada en la IIGM y tierra de nadie en la Guerra Fría, hubo una carrera frenética entre los mejores arquitectos del planeta por llenar este espacio tras la reunificación alemana, y aunque sigue habiendo grúas por todas partes, el resultado es del todo espectacular.

Además de los rascacielos, los hoteles y la principal avenida de la zona albergan la Berlinale, el festival de cine, y un sin fin de escaparates al Berlín más ultramoderno, destacando las fachadas enteras dedicadas a las nuevas tecnologías.








El Legoland, aunque de pago, es una maravilla para los más pequeños, y para muchos mayores también.










El Sony Center, un espacio cubierto con un centro comercial entre altos edificios que hace de moderna ágora es un hallazgo que ya es un icono de Berlín pese a ser tan reciente.











De allí salimos al Tiergarten, el espacioso parque berlinés, pero antes pasamos por los edificios que albergan la Filarmónica de Berlín, una lástima no poder entrar.











Terminamos el agotador pero encantador paseo en el propio Tiergarten, donde los pequeños pudieron quemar un poco de adrenalina y los mayores comprobaron lo bien cuidado que está el mayor parque de Berlín. Yo aproveché para fotografiar un montón d especies animales que no me esperaba encontrar aquí, ya os las pondré.

sábado, 20 de mayo de 2017

Unos días por Berlín: Segundo día por la mañana.

Al segundo día nos fuimos en dirección a la Brandenburger Tor, lleno como estaba de turistas como nosotros, imposible sacar una foto decente, pero la verdad es que este monumento del XVIII, con tanta historia y reconstrucción detrás, todavía impresiona.










Parece increíble que hace 30 años no se pudiese visitar por ser tierra de nadie entre el Este y el Oeste, la verdad es que la Historia da muchas vueltas y algunas son realmente dramáticas, cuando se lo contaba a los críos que venían con nosotros nos miraban con cara de asombro, es terrible lo mucho que nos complicamos la vida los humanos.






Igual de estúpidas las sucesivas guerras entre Prusia y Francia que hicieron que estos caballos en teoría estáticos viajasen con su cuádriga cientos de kilómetros según fuese uno u otro ejército los que saqueasen el monumento.











Ojalá no se repita nunca y sean los turistas y no los soldados los únicos paseantes a los que observen los caballos.











Después de visitar todos los alrededores, la embajada americana y la perspectiva hacia el Tiergarten, cruzamos hacia otro monumental recordatorio de la locura humana.



El monumento a los Judíos Asesinados en Europa, un proyecto de la década pasada impacta notablemente en el que entra en ella.















Se trata de un laberinto de 2.700 bloques de hormigón, todos exactamente iguales de longitud y anchura, pero con diferente altura. Al estar la enorme extensión en pendiente, la sensación de agobio y de estar perdido es grande dentro, y aunque al principio la gente se lo toma como un juego en un laberinto, al final la mayoría de la gente, salvo los cuatro idiotas de siempre que se suben a los bloques a hacerse el selfie, acaban reflexionando en silencio, es un lugar extraño.










Para hacerse una idea de lo complicada que es la Historia de Alemania reciente, la sustancia antigraffiti de los bloques la fabrica la misma empresa que fabricaba los gases con los que exterminaban a los judíos en el Holocausto. Da que pensar...









Un poco más alegre fue pasear por los alrededores, tomarnos otro currywurst y encontrarnos con los míticos Trabant, en este caso decorados al estilo berlinés.









De allí, casi al lado, a la visita que teníamos reservada en el Reichstag, que nos encantó.
















Eso a pesar de las incomodísimas medidas de seguridad, y a que estuviesen a punto de detenerme por no entender a la "simpática" policía que me conminaba a dejar la bandeja del scanner y que por poco consiguió que me diese la vuelta y pasase de la visita, ¡un poco de amabilidad, señores alemanes!






Pero en fin, hay que reconocer que el edificio es imponente, y con la nueva cúpula diseñada por Norman Foster, espectacular.












Era muy difícil conjugar la enorme mole, en sentido literal, del edificio, y en sentido filosófico, del significado del parlamento alemán, donde se diseñaron tantas guerras que por poco acaban con Europa por 2 veces en un sólo siglo.








Sin embargo, y a juzgar por el resultado de las sucesivas obras de restauración, el conjunto arquitectónico del Reichstag y el Bundestag es uno de los símbolos actuales de Berlín, y para los visitantes, una maravilla que hay que visitar.

A pesar del éxito que tiene la cúpula, es curioso que el proyecto original de Norman Foster no la incluía, y cuando se vio obligado a construirla, la rebajó respecto al proyecto original del edificio.
Hoy día, sin embargo, la cúpula de cristal y acero es uno de los mejores miradores sobre Berlín, y la caminata bordeándolo por dentro, todo un pasatiempo.







Las vistas, ya sea desde dentro de la cúpula, o desde la azotea del edificio, dejan sin aliento: El Tiergarten...






El Rot Rathaus, la Berliner Dom...














El río Spree, la sede de la Opel en Berlín (pedazo de edificio llamativo), con la Torre de la Televisión...en fin, unas vistas que por sí solas ya merecen la visita por completo.
De allí nos fuimos al Sony Center y alrededores, otra sorpresa, otro mundo nuevo.





domingo, 14 de mayo de 2017

Unos días por Berlín: Primer día por la tarde

Después de la mañana tan agradable, nos zampamos un currywurst y una grosses bier (caerían unas cuantos de ambos en el viaje) y seguimos alrededor de la isla de los Museos.
Me agradó ver que los berlineses escapan a los parques en cuanto sale el Sol. Aquí en España ver a la gente en los parques parece que es algo a extinguir, y sentarse en el césped, por desgracia, con tanta porquería de perro con dueño irresponsable es poco menos que imposible. Sin embargo en Berlín es norma común.

Como ejemplo, el James-Simon Park, con una excelente vista de la Berliner Dom.











La Berliner Dom, una gran catedral que sorprendentemente es de culto evangélico, no católico, aunque su riqueza de fachada neobarroca hace pensar lo contrario.
















Intentamos entrar, pero al ser domingo nos resultó imposible.
















Como tantos otros edificios, fue castigado por la IIGM, y sólo hace 20 años que se reconstruyó por completo.






















Es centro neurálgico y referencia de un montón de rutas interesantes, desde esta fachada de la foto parte el paseo del Unter den Linden, que no completamos porque los peques estaban reventados, aunque llegamos a visitar parte de este grandioso boulevard y la sede de la Universidad Humboldt.









Comparte esta catedral espacio con el Altes Museum, el más antiguo de la isla de los Museos, no lo visitamos, pero admiramos el edificio.













El conjunto, con un precioso parque, lleno de gente disfrutando de la primavera berlinés, nos animó a echarnos una buena siesta, fue un día bien largo, casi 20 kilómetros lo que recorrimos...

...y es que veníamos también de patear la famosísima Alexanderplatz, que a mí no me gustó nada, flanqueada de restaurantes de comida rápida y con una fauna urbana definitivamente a evitar. Mucho más agradable fue caminar bajo la sombra del Berliner Fernsehturm, en cristiano, la Torre de la televisión, el 4º edificio más alto de Europa, y el más alto de mundo hasta 1.989, una brutalidad de 30.800 toneladas que se ve desde todo Berlín, pero que extrañamente no desentona en el paisaje colindante.













Mucho más accesible visualmente es la St. Marienkirche, la traducción es obvia. Del siglo XIII, sobrevivió a la Reforma Luterana, transformando su credo, para sobrevivir de nuevo, con muchas dificultades, a los bombardeos finales de la IIGM. Hoy en día luce perfectamente después de varias restauraciones.












El rojo del ladrillo volvemos a verlo en el Rotes Rathaus, el ayuntamiento rojo, con varios sentidos, ya que este edificio fue construído a mediados del S. XIX a imitación de las torres renacentistas del Norte de Italia, donde también abundan estos edificios de este color. Después, tras la IIGM, fue el ayuntamiento del sector soviético de Berlín, lo que encaja con el color...hoy en día sigue siendo el ayuntamiento del Berlín unificado.
El conjunto de este edificio con la Fuente de Neptuno es una estampa típica de este sector.


Nos fuimos al Hotel después de degustar en el sector oriental más típico, gracias a nuestra guía familiar, que nos obsequió con una cena típica alemana, y caímos rendidos, menudo día.
Lo que os pongo es como la mitad de lo que vimos, pero no tengo foto de todo...
Por cierto, el hotel, como muchos bed & breakfast alemanes, impecable, con sus bicis, su patio con parque central (foto) y su superdesayuno...¡pero qué precios! Berlín es caro, muy caro.















sábado, 13 de mayo de 2017

Unos días por Berlín: Primer día por la mañana.

Nos fuimos en plan comando a pasar unos días por Berlín.
La tarea de ver esta inmensa ciudad en 6 días es imposible, ya que hay tanto que ver que hay que elegir lo que te apetece conocer, se necesitaría una vida entera para llegar a sentir lo mucho que tiene Berlín para ofrecer a los sentidos. A nosotros nos dio para poco, pero todo lo que vimos mereció la pena.

Empezamos por bajar desde Bornholmer Str. hacia la Isla de los Museos, pasando antes por el precioso barrio de Prenzlauer. Aquí nos encontramos con la Sinagoga Rykestrasse, la mayor de Alemania, como se puede imaginar durante el nazismo prácticamente la destruyeron, pero los tiempos han cambiado y ahora luce espléndida.
Las medidas de seguridad impresionan, no entramos, y por las opiniones de otros viajeros, no merece la pena la visita turística del interior.










Ya en la Isla de los Museos, una gozada llegar al río Spree y ver delante la entrada a la Isla.




















La fachada del Bodemuseum, no llegamos a entrar, nos queda para otra ocasión, mucho arte dentro y mucho arte fuera.
















Donde si entramos, ¡qué maravilla! fue al Pergamonmuseum, aunque por desgracia la fachada que le da nombre al museo estaba en obras y fue imposible conocerla.











Aunque la verdad es que incluso sin visitar el altar de Pergamon quedamos maravillados, pasando por alto que se llevaron maravillas piedra a piedra desde lugares tan lejanos, la reconstrucción ex situ de estas glorias de la historia y de la arquitectura no deja indiferente a nadie. La puerta de Isthar te deja boquiabierto, desde el siglo VI a.C., tiempos de Nabucodonosor II hasta ahora ha pasado mucho tiempo, pero la reconstrucción está tan bien hecha que sientes el esplendor original de la fachada, aunque sea un simple retazo del enorme complejo de Babilonia.









La decoración, los azulejos, las simetrías, el azul lapislazulí...












La contemplación de todos los objetos y estatuas dan para estar un día entero, pero había prisa y el ojo se acomodaba como podía a tanta maravilla, cada una de las piezas expuestas daba para un museo por sí mismo.











Personalmente fue la parte que más me gustó, tengo inclinación hacia el arte del Antiguo Oriente próximo: Babilonia, Asiria, los Hititas...son nombre que resuenan en mi cabeza desde muy pequeño, y verlo todo allí junto me encantó.
La parte del museo dedicada a las Antigüedades Clásicas, bueno, no se queda atrás, la fachada del Mercado de Mileto, del II d.C., en época romana, es una maravilla, es otra enormidad, que, incluso para mi objetivo gran angular de 18 mm fue imposible sacar entero, de ahí las deformidades en la imagen que veis al editar la panorámica. Una maravilla, sin duda.

Terminamos en la planta alta, la correspondiente al Arte Islámico, otra gran exposición, desde el arte más moderno hasta la época de los Omeyas, interesantísimo, siempre me ha gustado el arte islámico, hay una peculiar opinión de que el arte del Islam es siempre igual, y quizás porque de pequeños nos metieron en la cabeza las "hazañas" de la reconquista, no se nos ha explicado que fueron varias y muy diferentes las civilizaciones y culturas que habitaron España durante 700 años, y representaron varios momentos álgidos del islam y sus influencias: de los sasánidas a los omeyas, almorávides y almohades, fatimíes, nazaríes...poco tienen que ver entre sí estas diferentes oleadas y lo que nos legaron en arte. Por desgracia hay tanto que conocer y muchos prejuicios que desmontar. En este museo se aprende perfectamente la gran diferencia entre estas culturas, y está todo dispuesto de manera que se van recorriendo salas y conociendo su evolución en el tiempo. Sin duda me quedo con la gran sala en la que se exhibe la fachada del Palacio de Mushatta, protoislámico, del siglo VII-VII d.C., omeya y por tanto rico en detalles bizantinos, maravilla pura.

Salimos de allí sin haber visto ni el 1% de lo que hay expuesto, la isla de los Museos da para estar una semana sin prisas, pero quedará para otra vida: el Altes, el Neue y el Alte Nationalgalerie.