lunes, 19 de octubre de 2015

Vacaciones 2015: Lorca.

Termino la serie vacacional con una visita muy especial que hice al amanecer a Lorca, en Murcia, la hace a las 7 de la mañana, un horario muy extraño para hacer turismo, pero es que literalmente el asfalto ardía a 40ºC desde el día anterior, y subir las calles de esta ciudad con ese calor no era algo que me apeteciese, así que llegué con la fresca, mereció la pena.








Como ya sabréis Lorca es una ciudad llena de monumentos, especialmente religiosos, que dejan bien a las claras la importancia histórica que tuvo ya desde la época árabe en España, con un punto álgido de la construcción de iglesias y palacios en el barroco. Por desgracia, hace un lustro sufrió un gravísimo terremoto que destruyó parcialmente su patrimonio, y años después, aún impresiona ver los destrozos.

Ya desde el principio del recorrido, en el conjunto monumental de la Iglesia de Santo Domingo (S. XVII-XVIII) se ven los impresionantes zarpazos del seísmo.












La Colegiata de San Patricio, todavía con grúas alrededor.

















Una maravilla con mezcla de renacentista y barroco, tiene aires de catedral, y las portadas son un placer para la vista.














La torre-campanario, en azulejo azul en su ápice, destaca desde la mayor parte de la ciudad.












Domina la Plaza de España, un lugar precioso a las horas a las que yo la paseaba.














Justo al lado, el Ayuntamiento, más barroco, aunque con un punto extraño, fue cárcel con anterioridad.









Subiendo hacia el Castillo, barrios populares, por no decir otra palabra, da pena pasear entre edificios tan señoriales y que existan infraviviendas a escasos metros.
















Esta foto tiene historia: Se trata de la portada, brutal por hermosa, del Palacio de Guevara, barroco civil en toda su extensión. Al lado mismo había una reyerta bastante tensa entre la policía y un grupo de ciudadanos pidiendo trabajo y casa para vivir, y me pareció violento sacar un equipo fotográfico que pudiese ser confundido con el de un periodista, así que tiré de móvil.









Lo mismo muy cerca, en la Iglesia de San Mateo, no me atreví a cargar con el camarón. Se ve fácil la transición "a tirones" entre barroco, renacentista, toques neoclásicos, normal porque se tardó más de 2 siglos en rematar.










Esta Iglesia no es que aún esté afectada por el terremoto, la deformación la causa mi objetivo, que no es desacoplable, y al hacer la panorámica queda fatal. No obstante, la Iglesia de Santiago de Lorca (se ve el escudo de la Orden claramente), ha sufrido tantos y tan repetidos terremotos, incendios, demoliciones y reconstrucciones, que sería un desatino hablar de estilos o fechas de construcción, realmente la Historia se ha ensañado con este edificio.






Parecido destino para la Iglesia de Santa María, que ha sufrido grandes daños, aunque ya hace décadas que esta iglesia estaba abandonada. El gótico que presenta hace que conserve un aire de orgullo pese a todo.









Vuelta al coche, me dirigí hacia el Castillo de Lorca.

















Enorme, tanto el castillo como mi decepción.












El madrugón me alivió del calor pero no de los horarios funcionariales del monumento. Como funcionario que está en su despacho a las 7:30 me resultó frustrante que abriesen tan tarde, y no tenía ganas de esperar más de un hora, sin sombra, a que me dejasen entrar, así que poco más que ver que la Torre Alfonsina.










Nada menos que del S. XIII, la mandó construir Alfonso X El Sabio, y dominó durante toda la Edad Media las conquistas y reconquistas cristianas del Sureste de España.


La otra torre, la del Espolón, se cayó parcialmente también en el último terremoto.








Una pena no haber podido entrar, es uno de los castillos más grandes de España, cualquiera que se desplace desde Murcia hacia Almería podrá ver su gran superficie desde kilómetros a la redonda, normal, porque está en un cerro que domina toda la planicie a su alrededor.










Quizás en otra ocasión, a ser posible visitando el castillo en compañía, no en soledad y furtivamente, y con parada y fonda en el precioso Parador Nacional que se ha construído aquí.
















En fin, los vencejos subían y subían, como el Sol en el cielo, y huí de aquel calor satisfecho de mi turismo de madrugada.













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